jueves, marzo 06, 2008

Rodrigo Ayala
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Hace un par de semanas acudí a una de las estaciones del bazar errante Fusión, un espacio para la comercialización, que sin embargo incluye a su oferta las posibilidades de instalación para un foro donde cabe la música y el trabajo de diferentes artistas plásticos en un contexto muy particular, ya que en este sitio el arte nos reúne no solamente con las ideas de los autores, sino también en presencia con un contacto que deja de lado los convencionalismos y acrecienta las posibilidades de interpretación.

Fue así que gratamente descubrí la propuesta pictórica de Rodrigo Ayala. Como un imán cuya atracción literalmente me empujó el sitio donde exhibía su trabajo, las imágenes de Ayala gritaban a la vista, de tal modo que sus tonalidades arenosas despuntaban de forma vertiginosa exigiendo la atención de los espectadores.

De este modo, la obra de Rodrigo Ayala, apuesta hacia una reinterpretación de la geometría, en un ensamblaje de rombos y cubos que desmitifican la forma y revindican la estética. Aquella estética que quizás en ese afán de lo novedoso se ha visto tan vulnerada en recientes exposiciones, Rodrigo la redescubre, la valoriza.

El sentido de espacio en esta propuesta constituye por sí mismo una invitación al movimiento en el que las líneas crean figuras de rotaciones infinitas, donde lo inerte es atrampado por el peso de la inclinación. Siendo así, que el proyecto de Ayala es capaz de alterar la percepción de lo habitual para sembrar en el espectador la posibilidad de la transformación de la percepción.

Justamente, este trabajo proyecta la posibilidad de mirar un conjunto de obras que comparten el rumbo hacia el ocre, el sepia, estableciendo una homogeneidad que impacta en la reunión y las favorece en la individualidad, donde cada obra engancha por sus propias particularidades.

Es claro que tales efectos no podían ser resultado de la improvisación, son secuela de una considerable práctica, de un amplio transito por las principales salas de arte de México y Miami desde 1987.

El camino y madurez de la propuesta de Ayala es notable, también lo es la vanidad de su geometría, se reconoce, pero esta posición de suficiencia en el lienzo el artista la traslada a lo sensorial, a lo físico, donde por cada bocado visual el receptor construye una nueva emoción que lo acompañará de una manera penetrante.



Por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: Metamorfosis II (Estudio negro), 2001, Rodrigo Ayala