Integrado en la ciudad de Tijuana en el año de 1999, Nortec Collective constituye un proyecto musical-visual que forma su nombre a partir de la mezcla de dos elementos: norteño y tecno; y así suena Nortec, con propuestas que nacen de la música tradicional mexicana de banda fusionada con bits vanguardistas de música electrónica.
El encanto de Nortec reside en la estética que envuelve al concepto: músicos, diseñadores y artistas visuales que dotan a este proyecto de gran interdisciplinaridad y otorga una gran calidad a cada una de sus propuestas. Por tal, las producciones discográficas de Nortec sólo ofrecen una pequeña parte de lo que este grupo encarna, porque su totalidad únicamente puede ser apreciada en sus presentaciones en vivo.
El espectáculo de Nortec se construye de sets en los que cinco artistas ofrecen lo mejor de sus mezclas apoyados de los fondos visuales de Octavio Castellanos, arrebatando la energía de la audiencia que a partir de la primera canción queda a los pies de los ritmos del colectivo.
Con mucha fortuna en distintas ocasiones he sido cómplice de tal espectáculo, y cada vez, al final, la gula me ha abordado para pedir más, siendo éste el motivo que me lleva en busca de la siguiente presentación. Y pese a la repetición de la experiencia, me tenía una deuda pendiente.
Desde hace algún tiempo, eventualmente Nortec ha aparecido en el escenario en compañía de la Banda Agua Caliente, una agrupación clásica de la música de banda; y es en estas presentaciones cuando los samplers son remplazados por instrumentos acústicos: tuba, acordeón, trompeta y trombón que al lado de cajas de ritmos y laptops no pueden más que ofrecer un show que rebasa toda interpretación. Ello fue lo que me hizo saltar hacia el escenario de San Marcos el pasado 11 de mayo en Aguascalientes, en busca de saciar la necesidad de encontrar a un Nortec “total”. La distancia, el viaje, fueron remunerados con un show de dos horas que abarcó casi por completo el álbum Tijuana Sessions Vol. 3, además de trabajos individuales de cada uno de los artistas. Sin duda una experiencia que registro como uno de los mejores conciertos que he presenciado.
Difícilmente la energía puede ser algo palpable, sin embargo, esta ocasión Nortec hizo posible que no sólo fuera tangible, sino llena de imágenes y colores a partir de los ritmos que no dieron tregua a un público que al igual que yo fue vulnerable a la tambora más sui géneris del planeta.
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Texto e imagen por Carlos Alberto Ruiz