miércoles, diciembre 31, 2008

Día final del 2008

Cuando mucho hay por agradecer las voces y las emociones se aglutinan intentando escapar para encontrarse con el destino que las provocó; las intenciones de gratitud se abren para manifestarse no dejando escapar aquello que se reconoce. Personalmente desconozco el balance de mis actos, prefiero ignorar la balanza de lo bueno y lo malo, sin embargo, hoy si alcanzo a distinguir un gran motivo por agradecer mi vida en este tiempo y espacio.

Pues, sirva esta brevedad y mensaje para esperar la mejor de las cotidianidades para el 2009, por supuesto, con la compañía y oportunidad para compartirla, deseando que la felicidad los alcance a todos. Gracias por visitar este espacio.


Por Carlos Alberto Ruiz

viernes, diciembre 26, 2008

Virsky, el espíritu de Ucrania.
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Tras una gran demora que no la justifica nada, abro el espacio para comentar un gran espectáculo dancístico que se presentó durante el último fin de semana de noviembre en la Ciudad de México, se trata de Virsky, a cargo de la Compañía Nacional de Danza Ucraniana. El número, compuesto por quince piezas, recoge una mezcla de danzas tradicionales combinadas con ciertos aspectos del ballet clásico, a los que se incorpora la magia y acrobacias de más de cien bailarines en el escenario engalanados con un vestuario de más de tres mil piezas típicas.

Acompañado por una estupenda orquesta, Virsky ofrece grandes postales multicolores de las regiones ucranianas, que por sí mismas entregan amplias miradas hacia lo más íntimo de su sociedad y sus prácticas. Las danzas, en gran parte resueltas con giros, piruetas y mucha acrobacia, son capaces de alcanzar una armonía y uniformidad que entrega abanicos coloridos en escena, ostentando una sincronía perfecta.

A la distancia, aún me provoca inquietud el recuerdo de la ejecución de Povzunets, una danza cómica típica de los Cosacos, que en pocas líneas puede definirse como un derroche de habilidades y precisión técnica absoluta aderezada con voces de entusiasmo. Es extraño, pero tal júbilo que integran los bailes ucranianos, conforman un elemento mágico, difícil de pasar por alto, además de adictivo y contagioso. Sin embargo, la delicadeza también encuentra su sitio en este espectáculo, muestra de ello es Los Diseños de Volynsk, acto conformado por un grupo femenino, que ataviado con trajes majestosos interpreta un pomposo modelo de movimientos delicados a la vez de conmovedores.

A diferencia de lo que sucede en un concierto, en la danza no es común la aparición del encore al terminar la muestra, pero muy afortunadamente, la Compañía Nacional de Danza Ucraniana se lo permitió y de qué manera. Al cierre, tras los aplausos, rebozos y sombreros de charro llegaron al escenario, al tiempo que los bailarines ejecutaban el jarabe tapatío mientras un poco nutrido público en el Auditoria Nacional de la Ciudad de México se estremecía de euforia y agradecimiento por tan hermoso regalo. El mirar a los integrantes de Virsky ejecutando el baile jalisciense, aumenta la admiración que ya desde siempre es grande por las danzas nacionales, mas la insospechada posibilidad de que aquello sucediera fue capaz de entregarnos a una asombrosa vulnerabilidad.

Y ya en un camino todavía más personal, cabe otra revelación, la calidad de la compañía con la que compartí tal experiencia. Hacia tiempo que mi asistencia a la danza venia dándose en circunstancias distintas, pero esta vez, tuve el privilegio de la complicidad, lo cual engrandece la experiencia dado que permite la connivencia y la promesa de charlas infinitas, ofreciendo la posibilidad de traer de vuelta los impresionantes saltos ucranianos para comentarlos una y otra vez con la oportunidad de regresar a la exaltación para encontrar en la mirada del otro el entusiasmo propio.
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Por Carlos Alberto Ruiz

viernes, octubre 31, 2008

Octubre

Comúnmente, los actos y experiencias se acumulan de algún modo delineando la personalidad, definiendo en gran medida nuestra percepción del futuro y del presente. Así, los éxitos abren la ventana del optimismo en la medida que el fracaso inunda de temor y orilla al aislamiento. Sin embargo, la vida exige nuestra integración y acción, siendo éste el único modo que permite saltar de un estado a otro.

Desde un principio, el tema de la transformación ha sido una constante en los textos que aquí se han compartido, y la explicación más lógica que encuentro al respecto apunta hacia cierta debilidad por lo novedoso y la necesidad de integrarme a entornos distintos que me acojan y me exijan.

De tal modo, el cambio de octubre es medular, dado que viene a otorgar sentido a la vez que promete resolver dudas que insistían desde el pasado, e incluso, salda muchos aspectos de innecesaria individualidad.

Al respecto, las expectativas se abren y se alcanza a identificar el pasado propio como una vida fragmentada que no se llega reconocer por completo, señalando hacia un sitio donde los riesgos reconstruyen el significado de la vida y redireccionan las peticiones que se le habían hecho al destino.

Finalmente, las experiencias nos convierten en individuos más ambiciosos, de indagaciones inalcanzables y caprichosas, sin embargo, cuando lo buscado existe, y no sólo eso, se revela frente a nosotros, la emoción arrebata con gran avidez por sentir y ser sentidos, las manos se llenan de fuerza para empapar de poesía los muros y la vida se alista para saltar a su precipicio. Es ahí, cuando llega el tiempo donde los ciclos se cumplen y las posibilidades aparecen.


Por Carlos Alberto Ruiz

lunes, septiembre 22, 2008

Palabras de segundo aniversario

Los últimos meses sostuve una desgastante batalla contra la antigua plantilla de este blog, que debido a una falla desconocida jugaba la mala broma de ocultar las entradas y sus textos.

Tras la victoria de la tecnología, que jamás me permitió reparar los daños, resultó cierto deterioro de mi relación con este espacio, soy sincero, el desánimo me absorbía al imaginar qué sentido tenía escribir textos que definitivamente no se mostraban en el monitor y por tanto no podían ser leídos.

Tal escenario me planteó el compromiso inmediato de buscar una nueva plantilla, la cual no únicamente significara un paliativo para los problemas experimentados, sino que también me pareciera atractiva y visualmente compatible con lo que aquí se comparte.

Después de largas horas de paciencia y navegación apareció el esquema que ahora se ve en pantalla. Sin embargo, la ruptura con el anterior trajo consigo otras inquietudes que trazaron nuevos planteamientos de congruencia y legitimidad, en los que encuentro distintas razones por las cuales este espacio ya no puede identificarse con su título anterior.

En este pensamiento, en el que no entiendo qué tanto el tiempo puede hacer madurar pero sí cuánto transforma, distingo cambios personales y de contexto desde aquel septiembre del 2006 cuando abrió, lo que exige como consecuencia lógica una transformación que mantiene la esencia, mas asume a través del cambio el paso del tiempo.

A propósito del nuevo titulo, Primera Palabra, vale decir a modo de justificación que alude a la instigación, a distinguir cada texto aquí presentado como un estimulo que pueda provocar acciones, reflexiones y muchas otras opiniones. Es decir, asumir a cada post como la Primera Palabra de “algo” que continuara algún visitante.

Y qué mejor manera de inaugurar la nueva plantilla y nombre que la coincidente fecha con el segundo aniversario, para de este modo agradecer las lecturas y comentarios de este sitio en el que todos siempre serán bienvenidos.

Por Carlos Alberto Ruiz

viernes, septiembre 19, 2008

Ignacio López Tarso, un hombre en pugna.
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A finales de la década de los noventas, cuando el cineasta mexicano Arturo Ripstein anunció que llevaría al cine la novela de Gabriel García Márquez, El Coronel no tiene quien le escriba, muchas voces apuntaban como serio candidato a interpretar el papel del Coronel, al actor mexicano Ignacio López Tarso. Finalmente, la cinta se realizó con resultados magníficos, mas López Tarso no fue incluido en el proyecto, siendo Fernando Luján, el encargado de encarnar al mítico personaje, resolviéndolo de forma excepcional. Sin embargo, de manera muy particular, aún me cuestionó cómo hubiese vestido Tarso al viejo Coronel con Gallo en brazos.

Como para muchos otros mexicanos, mi imagen de Ignacio López Tarso se relaciona de manera inmediata con su actuación en la cinta Macario, aquella de 1959, basada en la novela de Bruno Traven. Su participación en esta película no es menos que estupenda; a lo largo de mi vida he visto esta cinta una decena de veces y en cada ocasión he quedado asombrado por la capacidad interpretativa del actor. Por supuesto, Macario, es tan sólo un proyecto de muchos en los que he disfrutado de su intervención, recuerdo haberlo visto también en la versión cinematográfica de Pedro Páramo y en telenovelas, e indudablemente lo reconozco como uno de los histriones cuyo trabajo más admiro.

Con buena fortuna, la cartelera teatral de la Ciudad de México, ofrece actualmente la puesta 12 Hombres en Pugna, proyecto que mantiene en escena a Don Ignacio, que presunción aparte, tuve oportunidad de gozar hace un par de semanas. La historia, original de Reginal Rose, se ubica en el Nueva York de 1957, dentro de una sala de jurados de la corte de justicia, en la que 12 hombres tendrán que determinar un veredicto entorno a un caso de asesinato. La temática, de antemano se antoja seductora y en realidad así es, la trama se desarrolla en una larga escena que integra feroces guerras actorales entre los que conforman el elenco, paseando los ánimos de la intriga a la comedia y de vuelta al drama.

El personaje que López Tarso, juega un papel medular en la historia, es él el instrumento que sostiene el nudo y desarrollo de la historia, asentado en diálogos inteligentes que pronuncia recibiendo buena replica de sus compañeros. Su desenvolvimiento en escena, sobra decir, es absolutol y dotado de naturalidad, siendo capaz de crear un lazo firme de complicidad con los espectadores al margen del trabajo de sus compañeros, a quienes supongo, el asunto más que inspirar rivalidades les provoca respeto.

La entereza actoral y física que guarda el actor a sus arriba de ochenta años es admirable, y es ésta una magnifica oportunidad para deleitarse con su trabajo en presencia a través del teatro, que si bien ya con este hecho sobran las razones para augurar un buen espectáculo, 12 Hombres en Pugna es también un buen pretexto confrontar la moral y juicios particulares.

Por Carlos Alberto Ruiz

domingo, septiembre 14, 2008

Don Quijote
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Continuando el festejo de su 45° Aniversario, la compañía nacional de danza dirigida por Dariusz Blajer, presentó durante el último fin de semana de agosto en el Teatro de la Ciudad una breve temporada del ballet Don Quijote. Basado en el capitulo XIX del segundo libro de la novela de Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, el espectáculo ubica su relato en uno de los deambulares del Quijote y su escudero Sancho Panza, en el que son testigos de las desavenencias de una joven pareja de enamorados –Kitri y Basilio–, sin embargo, la vulnerabilidad del hidalgo ante el sentimentalismo lo inmiscuye en el asunto al grado tal de ayudarlos en su fuga.

Como en toda obra clásica romántica, el Quijote integra a las parejas amorosas la tragedia del obstáculo, en este caso, Lorenzo, padre de Kitri, pretende hacerla casar con el viejo y rico Gamache, un ser tan ridículamente patético por el cual la joven no puede sentir más que natural rechazo. Siendo tal la situación que este ballet traduce a movimientos, trasformando las ideas concebidas por Cervantes hacia un lenguaje corporal intenso, que reúne incluso uno de los episodios más gloriosos del hombre de la mancha: la famosa lucha que sostiene contra los molinos de viento.

La base literaria confiere al ballet innumerables posibilidades narrativas, tanto dramáticas como de fondo lógico, que en el caso de Don Quijote se incrementan de manera muy natural por la riqueza misma de esta gran novela. La trascendencia de la historia de Cervantes ha quedado suscrita de forma unánime y universal, a cuatrocientos años de su creación, su vigencia no merma, al contrario, permanece sin ceder su posición de máxima obra literaria del idioma español, siendo esta posición de totalidad la pieza clave que nutre y favorece su transición a la danza.

Retomado a diez años de su primer montaje por parte de la Compañía Nacional de Danza, este espectáculo traza la coreografía de Caroline Llorca sobre la base original de Marius Petipa, resultando en una composición sutil, viva, de movimientos quizá no tan acrobáticos mas de una precisión estricta, además de ser visualmente atractiva.

Sin embargo, algo que particularmente destaco esta ocasión es lo colorido del vestuario y ambiente que otorgan en conjunto un fuerte dinamismo, claro, consecuencia del rico contexto que permite la novela, hecho que hace posible integrar ambientes festivos que toman formas multicolores en el escenario, dando la apariencia de una gran lienzo vivo y en movimiento.

La versión de Don Quijote de la Compañía Nacional de Danza, apuesta por una recreación fastuosa en términos de ejecución al igual que resulta visualmente cautivadora, construyendo una producción destacada incluso dentro de otros montajes de la compañía. Indudablemente en próximo se abrirán nuevas fechas en las que se podrá gozar esta propuesta dancística, bien vale la pena hacer caso a la curiosidad y no perder la oportunidad de asegurar una butaca.


Por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: Guillermo Galindo

miércoles, septiembre 03, 2008

De Leopardo al Sol e indiscreciones
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Hace algunos días mantenía cierta discusión con un grupo de personas en torno a la novela Leopardo al Sol, de la autoria de la colombiana Laura Restrepo. A grandes rasgos, esta novela comparte la historia de dos familias poderosas del narcotráfico que franquean una rivalidad perpetua. En su desarrollo, la historia confronta las debilidades emocionales de sus protagonistas, incorporando hábiles retratos que la autora se encarga de estructurar de manera total y sobresaliente.

Es así, que en los hombres y mujeres de la trama se reflejan varios de los clichés del temperamento: el valeroso, el conquistador, el vulnerable, el ostentoso; por el lado femenino, aparece la matriarca sabia y consejera, la mujer superficial, la candida; es decir, una basta diversidad de personalidades que durante la lectura inevitablemente desencadenan la tipificación y afición por uno en particular.

De este modo, al encaminarse la charla del grupo ruinado en torno a Leopardo al Sol, sin quererlo iniciamos un infantil juego en el que cada dada uno fue distinguiendo al personaje se su preferencia a modo de álter ego, al tiempo que elegía a un personaje del sexo opuesto por el que sintiera atracción.

En el intento de defender la ventajas de los protagonistas preferidos por cada uno, la conversación se transformó en una recia discusión digna de temas políticos, las voces subían de tono, más por entusiasmo que por agresión, lo cual produjo que alguien que se encontraba cercano a lo que ocurría se integrase a la charla. La suerte de este nuevo integrante era que él desconocía la novela y los individuos a quienes hacíamos referencia, no obstante, éste mantuvo tal interés, que en el transcurso, con base en las descripciones físicas y psicológicas fue acrecentando su curiosidad al grado de identificarse con un par de los implicados en el Leopardo.

A mí, el ejercicio me enloqueció demasiado. Habitualmente no funciono en charlas que involucran a más de cuatro, a menos que los que participan me sean muy próximos, sin embargo, las condiciones de esta ocasión me llevaron hacia esta práctica que me resulta tan inusual. Tal vez en mucho se deba a que el tema por el que deambulamos me atrae, pero más que eso creo que se debió a la intensidad de la dinámica, que por momentos despertó una euforia de corredores bursátiles.

Por ello, la anécdota me queda para la memoria. Intencionalmente me guardo el nombre de los involucrados, puesto que en alguna medida me siento como un delator por hacer público ese momento. Pese a ello, me permito otra indiscreción, todavía hoy, me sigue provocando una sonrisa el recordar al integrante “colado” decir respecto a un personaje de la novela: Pues ese Nando es el más cabrón.

Por Carlos Alberto Ruiz

miércoles, julio 02, 2008

La Madre Pródiga

Una de las exhibiciones pictóricas más atrayentes que ha albergado esta ciudad en los últimos tiempos ha cerrado su presentación el pasado domingo. Se trata de La Madre Pródiga, muestra del mexicano Daniel Lezama, construida por sesenta obras que encierran diez años en los que el artista ha trabajado la interpretación de muchos de los símbolos que conforman las bases culturales de la sociedad mexicana.

A través de su trabajo, Lezama compone una aguda búsqueda hacia la identidad de nuestra nación en un retrato de la realidad que juega con el mestizaje, trayendo al frente elementos innegablemente trascendentes en nuestra formación social.

La presencia de figuras como Benito Juárez, Juan Gabriel, lucifer, la Virgen de Guadalupe e incluso Juan Diego, cambian totalmente de sentido, sin llegar a perder esencia, en los trabajos del artista. Apuntalando su discurso hacia un cotejo de los mitos, resuelve que las tragedias no están en la apariencia sino en el trasfondo, como una consecuencia de la festividad, vejación y dependencia de la que somos objeto.

Aludiendo directamente a una sexualidad tirante, el artista cierra el círculo de su mensaje delineando la tragedia con actos que sugieren imperfección y un amor inmenso. No puede caber más desgracia en los adultos y adolescentes desnudos que pasean en las obras de Lezama, cuando su vulnerabilidad ha traspasado los límites del deseo para alcanzar la precariedad de la conciencia.

Evidentemente, el intento por la composición de la identidad nacional no podrá nunca llegar a ser total, ni en lo literario, lo fílmico y por supuesto lo pictórico. El psiquis social mexicano tan complejo como voluble, antoja inconcebible una disertación unánime de lo que constituye. Sin embargo, la aportación de Daniel Lezama, integra mayores posibilidades de respuesta y cuestionamiento, su trabajo irónicamente tambalea las seguridades de la modernidad para entregarnos a las incertidumbres del pasado, del presente.

Las lecturas de La Madre Pródiga son innumerables, su percepción inicia desde la individualidad y apunta hacia el entendimiento del periplo social que conformamos. Sus escenas tan reveladoras, no alcanzan menos que orientación y una cualidad estética genuina.

Por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: La noche del diablo, 2007. Óleo sobre lino, 225 x 300 cm. Daniel Lezama

www.lamadreprodiga.com

martes, junio 24, 2008

Inconvenientes Técnicos


Desafortunadamente este espacio presenta problemas técnicos que impiden la lectura regular de los textos. Por supuesto, se trata de un asunto que deseo resolver a la mayor brevedad. Por el momento, no me queda más que ofrecer una disculpa por el inconveniente y solicitar toda su paciencia.


Carlos Alberto Ruiz

viernes, junio 06, 2008

El Jardín del Tartamudo
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Del 30 de mayo al 1 de junio, el Teatro de la Danza de la Ciudad de México, hospedó las funciones de estreno de El Jardín del Tartamudo, el más reciente proyecto de La Manga Video y Danza Co., el conjunto artístico dirigido por Gabriela Medina y Mario Villa.

Lo bestial y oscuro, como natural consecuencia de la belleza, es el fundamento discursivo que expone El Jardín del Tartamudo, un trabajo multidisciplinar apuntalado en la dirección coreográfica de Medina y las propuestas visuales de Villa, inspirado en las danzas de cortejo de los flamencos rosados, la percepción pueril de un pequeño y la aproximación literaria al texto de Yukio Mishima, El templo dorado. Este trabajo antecedido por Irritante y El Hershey man, constituye la tercera entrega de una serie de proyectos con los que La manga explora los terrenos de lo bello y violento como fundamentos de la condición humana.

Esta vez, el resultado es un espectáculo que ostenta una intensidad dancísitica sobresaliente, que explota profundamente las capacidades interpretativas de los bailarines en escena: Miguel Mancilla, Marcela Aguilar, Evelia Kochen, Mario Alva, Mariana Granados, Marlú Retana y Esteban Inzúa, quienes más que prometer movimiento, ofrecen un cúmulo de emociones capaces de inclinar persistentemente del terror a la sonrisa el ánimo del público.

La historia que nos cuenta El Jardín del Tartamudo es sencilla, tan espontánea como las sonrisas infantiles, tan súbita como aquellas tribulaciones que arriban sin la menor advertencia. El tartamudo existe, no sólo en la mirada de Gabriela Medina, quien lo instala en un paraíso de flores, con una sobreprotección tal que lo deja a merced de sus ángeles, de sus demonios, de su propia rebeldía en una vulnerabilidad penetrante, donde finalmente el personaje afrontará una reclusión perpetua hermosamente desoladora.

Al tiempo de la ejecución, Mario Villa completa el marco sutilmente con imágenes agudas que de a poco dan tregua a la angustia regalándonos visiones de una franqueza conmovedora, donde flores nuevas brotan en un juego intermitente que se funde en un cuadro musical de Carlo Nicolau.

Si algo deja claro El Jardín del Tartamudo, es que para La Manga Video y Danza Co., la candidez no tiene lugar: su trabajo ostenta un manifiesto de compromiso e inquietud que en mucho se dirige hacia los cuestionamientos de la ética y la moral bajo la perspectiva crítica de un arte que mucho tiene por sugerir.

Por Carlos Alberto Ruiz

jueves, mayo 22, 2008

A propósito de Factory Girl


Por estos días se proyecta en diferentes salas de la ciudad de México, Factory Girl –Fábrica de sueños-, una cinta que bajo la dirección de George Hickenlooper, narra el turno en el que la modelo y actriz Edie Sedgwick sirvió como musa al artista norteamerericano Andy Warhol. Al respecto de este filme las consideraciones para la historia y sus aspectos visuales destacan de forma casi natural, la caracterización de Warhol en pantalla: muy significativa; sólo me salpica de manera desfavorable el juicio que se le otorga al artista en este cuento, pero bien, de ser el caso, ya cada uno emitirá su evaluación hacia Andy y obvio, hacia Factory Girl.

Particularmente me interesa el trabajo de Andy Warhol, así que es claro mi entusiasmo a propósito de esta película, ya por las emociones que mueve, ya por los recuerdos que me devolvió; siendo el más intenso, el de mi contacto con la obra del artista.

En el verano del 2006 asistí a la muestra Andy Warhol Supernova, Stars, Deaths and Disasters, 1962-1965, presentada por Art Gallery of Ontario. Dicha exhibición, bajo la curaduría del director cinematográfico David Cronenberg, se componía de obras grafica y fílmicas, del las que subrayo originales tan trascendentes para el arte contemporáneo como Elvis I & II, Jackie Frieze y Five Deaths.

Por el lado cinematográfico, Supernova exhibía, además de otras cintas, una serie de screen tests rodados por el artista. Entre las celebridades que aparecían en dichas pruebas, puedo rescatar ahora a Edie Sedgwick y Bob Dylan; lo curioso es que el rodaje de ambos tests se encuentra escenificado en Factory Girl –el de Dylan, maquillado bajo el nombre de Billy Quinn-; por tanto, es indiscutible el efecto que pudieron provocarme tales secuencias.

Por supuesto me agrada mucho que una película pueda construir lazos tan fuertes entre el placer del cine y los recuerdos de vida. Me asombra que a través de un film pueda girarme hacia la ventana del pasado y descubrirme deambulando por los pasillos de la galería y reconocer qué tanto o nada me he transformado desde ese lapso. Es ahí, cuando descubro que las nuevas experiencias son tan sólo un pretexto para lo anecdótico.


Por Carlos Alberto Ruiz
Imagen tomada de Edie Sedgwick screen test, Andy Warhol, 1965

domingo, mayo 11, 2008

Extravío

Está mal que lo suelte así porque sí, pero hace apenas unos días estuve de cumpleaños. Y bien, el asunto en esencia no es ese, pero claro que guarda mucho de relación. Como primera intención pretendía celebrarme escribiendo algo para este sitio, pero por distintos motivos –ninguno en específico-, que se me escurren las horas, los días, me enfrentó la FEMACO y es hasta hoy que la oportunidad me encuentra.

En un principio, de forma tácita tuve el plan de encaminar muchos textos hacia la etiqueta de la cotidianidad, sin embargo, ésta es tan ligera que se me escapa antes de que alcance a retratarla. Por supuesto que a la cotidianidad a la que me refiero no es a la de actos vulgares como el cepillado de dientes, transportarse, decir buenos días a quien no conoces, etcétera. Creo que cada uno mantiene dentro de sus prácticas de vida cosas tan agradables y valiosas, que pese a ser referentes de la personalidad y/o de su actividad constituyen algo muy trascendente. Supongo que las reuniones de café de muchas chicas, que mantienen incluso un día específico para realizarlas, componen un acto de su cotidianidad, y en ese sentido es a lo que aludo con este término, a experiencias cuya presencia y contacto nos permiten integrar a nuestra vida tiempos para la felicidad.

Y en el camino de esta definición chiflada que acabo de permitirme, es que me pierdo. Creo que a veces esa cotidianidad hedonista no alcanza para veinticuatro horas, pese al cliché, el tiempo es cruel: me debo muchos textos. Es ahí cuando siento como si caminase con un pequeño bolso, en el que a mi paso voy guardando los temas o ideas que quiero tocar, mas resulta que no alcanzo la disciplina que necesito, pero de ambicioso tengo mucho, termino por llenar la maleta de temas que después se van reemplazando o que finalmente caducan y no se logran. Ejemplo claro del extravío, es este post, que sin duda le robó tiempo y espacio a otro que al menos en tema no fuera tan, pero tan personal.

Por Carlos Alberto Ruiz

martes, mayo 06, 2008

FEMACO
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Ana Elena Mallet, sostiene que más que nunca “…el arte actual está ligado a la moda y a los caprichos del mercado.” ­Tal suerte, constituye un aparato que ha instalado los interiores y exteriores en las estructuras del mercado del arte y su entorno. En este sentido, el abanico de propuestas no posee una extensión que lo acerque acaso hacia perfiles sociales, por tanto, las posibilidades de interpretación son mínimas y sin mayores exigencias.

Por supuesto, tal panorama, comenta Mallet, es un retrato global con lo que respecta a la producción artística y su mercado, siendo éste el paisaje que indican las ferias de arte en el mundo.

A este respecto, es importante comentar lo que a México corresponde. Del 23 al 27 de abril, se llevó a cabo en el Distrito Federal, la Feria México Arte Contemporáneo (FEMACO), un evento que en los últimos años se ha solidificado como el más destacado de su género en nuestro país, que este año, con la presencia de alrededor de ochenta galerías internacionales, estructuró una vitrina destacada para la comercialización de propuestas artísticas.

Paralelamente a su función comercial, la FEMACO, también hace las veces de un termómetro que indica las condiciones y las producciones del arte en la actualidad, ya que en mucho, su tarea apunta hacia la promoción del trabajo de artistas salientes, que tal como registra Ana Elena, empapan sus proyectos de atributos que los integren a las usanzas del momento para asegurarles alguna operación mercantil.

Sin embargo, es necesario distinguir que la labor de esta feria igualmente incluye la presencia de artistas cuyas intenciones encierran propuestas ambiciosas, con agrado se distinguen las posibilidades que nos brinda este evento para acceder, de primera mano, a trabajos de grandes y destacados artistas contemporáneos.

De este modo es que la FEMACO, con paciencia se apila como un punto obligado para coleccionistas, artitas, curadores y público en general, no sólo de México, también del mundo. Y tal vez sea este halo global lo que viene moviendo la curiosidad de un sector que desde ya se está integrando de muy buen modo a los círculos de colección y/o apreciación del arte.



Por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: autorretrato en el espacio de Quint Contemporary Art

lunes, abril 21, 2008

Expresión, plata y estilo.
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Durante la pasada semana, tuvo lugar en el Centro Cultural Estación Indianilla del Distrito Federal, la décimo novena edición de Fashion Week México, un foro que integra a destacados representantes del diseño de moda en nuestro país, haciendo las veces de un gran escaparate para las propuestas nacionales ante la mirada internacional.

Esta ocasión, el programa de la semana estuvo compuesto por treinta desfiles que envolvieron la selección Otoño/Invierno 2008-2009, de firmas como Leonisa, Cubo, Amelia Toro, Royal Closet, Trista, Marvin & Quetzal y Malafacha, siendo la muestra de esta última, el motivo de mi asistencia a tal acontecimiento durante el día de su clausura.

Malafacha, es un sello formado por el diseñador de moda Francisco Saldaña que al lado del comunicador visual Victor Hernal, estructuran un proyecto de estilo propio dentro del diseño y la moda contemporánea mexicana. El juego de estos creadores reune piezas con una evidente cualidad de rebeldía y transgresión, consecuencia obvia, de su formación académica.

La oferta de Saldaña y Hernal, evidencia un estilo que desde hoy ya ha adoptado las formas del futuro, donde el individualismo y la provocación enmarcan cualidades singulares que suman voz y movimiento a sus prendas. El arribo de Malafacha a la pasarela del Fashion Week México, personificó una extensión de la vanguardia que amplió sus capacidades de impacto con los accesorios de Azure -la firma de plata mexicana a cargo de Carlos Rendón-, resultando de tal binomio, una vinculación multidisciplinar, donde la tela y el metal brillaron en toda su forma y textura.

Me arriesgo a sugerir, pese a críticas ortodoxas, los elementos artísticos de la pasarela en su amplio sentido, ya que su constitución esencial se halla en la inventiva de los diseñadores, siendo cada prenda, cada accesorio, una consecuencia particular de la interpretación del creador a un hecho o acto determinado, que no puede ser menos que ser calificada como expresión. Y eso, es lo que se notó en la muestra de Malafacha y Azure, un despliegue de innovación, claro, con un sentido comercial, pero que evidentemente no resta los méritos creativos.


Texto e imagen por Carlos Alberto Ruiz

miércoles, abril 02, 2008

El lago de los cisnes
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Dentro del marco del festejo por el 45º aniversario de La Compañía Nacional de Danza, tal agrupación presentó durante el mes de marzo, la trigésimo segunda temporada del ballet El lago de los cisnes, teniendo como escenario la emblemática Isleta del Lago del Viejo Bosque de Chapultepec.

El lago de los cisnes, cuya trascendencia y condición de obra maestra sobra destacar y argumentar, forma parte los trabajos concebidos por el compositor ruso Piotr I. Chaikovsk, que estructura el fondo sonoro en el que deambula la notable coreografía creada en el año de 1895 por Lev Ivanov y Marius Petisa.

Ordenado en cuatro actos, este espectáculo, cuenta la historia de Sigfrido, un príncipe cuyo aventurado destino lo transporta a un algo encantado donde descubre a Odette, una bella mujer que infortunadamente se encuentra encantada y transformada en cisne bajo el hechizo del malévolo Von Rothbart. De tal modo, que en el desarrollo el príncipe se disputa la liberación y amor de Odette.

Evidentemente la agudeza que empapa a esta obra al articularse en un ambiente naturalmente bello, como lo es el lago de Chapultepec, trastoca las posibilidades que por sí mismo este ballet posee. Una armónica producción, la destreza del cuerpo de baile que logra una ejecución considerable enfilan esta propuesta hacia resultados indiscutiblemente favorables. Sin embargo, el éxito de esta temporada no lo arranca el espectáculo, ni las posibilidades dancísiticas del mismo, el triunfo real queda en las expectativas y curiosidades de un público novel, que quizás sí, careciendo de las posibilidades de los grandes conocedores, se aproxima al ballet dispuesto al asombro, con vulnerabilidad total encontrando ahí sus coincidencias con los expertos. Es ahí donde radica el verdadero alcance de este ciclo que año tras año amplifica su trascendencia, que con una naturaleza incluyente otorga una amable recepción a los visitantes nacientes, que bien venimos acrecentándonos y amenazando con permanecer.


Por Carlos Alberto Ruiz

jueves, marzo 06, 2008

Rodrigo Ayala
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Hace un par de semanas acudí a una de las estaciones del bazar errante Fusión, un espacio para la comercialización, que sin embargo incluye a su oferta las posibilidades de instalación para un foro donde cabe la música y el trabajo de diferentes artistas plásticos en un contexto muy particular, ya que en este sitio el arte nos reúne no solamente con las ideas de los autores, sino también en presencia con un contacto que deja de lado los convencionalismos y acrecienta las posibilidades de interpretación.

Fue así que gratamente descubrí la propuesta pictórica de Rodrigo Ayala. Como un imán cuya atracción literalmente me empujó el sitio donde exhibía su trabajo, las imágenes de Ayala gritaban a la vista, de tal modo que sus tonalidades arenosas despuntaban de forma vertiginosa exigiendo la atención de los espectadores.

De este modo, la obra de Rodrigo Ayala, apuesta hacia una reinterpretación de la geometría, en un ensamblaje de rombos y cubos que desmitifican la forma y revindican la estética. Aquella estética que quizás en ese afán de lo novedoso se ha visto tan vulnerada en recientes exposiciones, Rodrigo la redescubre, la valoriza.

El sentido de espacio en esta propuesta constituye por sí mismo una invitación al movimiento en el que las líneas crean figuras de rotaciones infinitas, donde lo inerte es atrampado por el peso de la inclinación. Siendo así, que el proyecto de Ayala es capaz de alterar la percepción de lo habitual para sembrar en el espectador la posibilidad de la transformación de la percepción.

Justamente, este trabajo proyecta la posibilidad de mirar un conjunto de obras que comparten el rumbo hacia el ocre, el sepia, estableciendo una homogeneidad que impacta en la reunión y las favorece en la individualidad, donde cada obra engancha por sus propias particularidades.

Es claro que tales efectos no podían ser resultado de la improvisación, son secuela de una considerable práctica, de un amplio transito por las principales salas de arte de México y Miami desde 1987.

El camino y madurez de la propuesta de Ayala es notable, también lo es la vanidad de su geometría, se reconoce, pero esta posición de suficiencia en el lienzo el artista la traslada a lo sensorial, a lo físico, donde por cada bocado visual el receptor construye una nueva emoción que lo acompañará de una manera penetrante.



Por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: Metamorfosis II (Estudio negro), 2001, Rodrigo Ayala

miércoles, febrero 20, 2008

El Hershey Man
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Surgida como una respuesta natural a la interdisciplina, La Manga Video y Danza Co., ha conformado desde 1994, la producción de diferentes conceptos artísticos y de expresión, en los que cabe el video, el teatro, la danza, la investigación entre otros recursos que originan propuestas estéticas capaces de rebasar cualquier clasificación.

De entre sus proyectos se encuentra El Hershey Man, un ensamble donde la imagen, el sonido y los movimientos corporales estructuran un alarido de protesta contra la violencia a la vez que exige la reivindicación del individuo.

Tal espectáculo -que mantendrá funciones hasta el mes de mazo en el Foro de las Artes de la Ciudad de México-, se cubre de la autoría, coreografía e interpretación de la bailarina Gabriela Medina, quien tras ser testigo de un acto de violencia en el que un hombre que roba un par de chocolates Hershey es brutalmente golpeado por el dueño del almacén, reacciona a su percepción integrando un ejercicio en el que una expresión y emotividad excesivas son capaces de perturbar la conciencia el espectador e impulsarlo hacia el cuestionamiento de las prácticas sociales del mundo moderno.

El Hershey Man es movimiento, pero también es guerra. Literalmente es un bombardeo permanente resultado del trabajo visual de Mario Villa, que bien es capaz de estructurar un discurso que se integra de manera natural a las travesías de Medina, en un cuadrilátero donde la tragedia supone la totalidad con una naturalidad incesante.

Es verdad, El Hershey Man genera miedo, provoca convulsiones emocionales que retan al espectador, sin embargo, permite la interiorización, y quizás sea eso lo que justifica la continua exposición de la tragedia, porque al termino, duele.

La invitación a presenciar el espectáculo es por demás evidente, no guardo el menor recato. Soy vulnerable al encanto de la danza y sé que esa afección por el movimiento es compartida con otra colectividad aún mayor de la que asiste a las salas, y tal vez sea éste el pretexto que permita reconocernos
y celebrar los placeres comunes.


Por Carlos Alberto Ruiz

martes, febrero 05, 2008

Paula
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Generalmente, todo lo que leo se somete a mis instintitos; cada libro que adopto me gana por su título, portada o tan sólo por otro elemento mínimo de atracción. Soy consciente de que esta circunstancia obedece en mucho a cierta soberbia que me hace dudar de las recomendaciones de los otros, que por tanto acabo por ignorar. De tal modo, en tan amplias posibilidades de sugerencia, particularmente nunca dejo pasar de largo las hechas por mi amigo Antonio Galván, cuyas encomiendas considero tareas ineludibles; tal vez por la memoria del tiempo en que fue mi profesor, pero más creo yo, lo hago por el profesor que sigue siendo para mi en el presente.

Fue así que en una plática de estacionamiento me pidió que leyera Paula, una historia de la autoría de Isabel Allende. Por supuesto, no desconocía a la autora y sabia de su trascendencia dentro de la literatura latinoamericana, mas mi aproximación hacia su trabajo había sido nula. Tras la encomienda, que se hizo más evidente cuando el mismo Galván me obsequio el libro, sólo me quedó esperar a que iniciase el 2008 para comenzar este periodo de lecturas con Paula.

Cuando una historia cautiva lo hace desde sus primeras páginas, y en este caso así sucedió. La trama contiene mucho de biográfica, y por tanto es muy íntima. Las hojas nos presentan pasajes de la vida de Isabel Allende, mismos que la autora comparte por razones y en condiciones muy particulares. De tal modo que a través de un estilo narrativo claro, sin petulancias, al poco tiempo de lectura Isabel se convirtió en mi amiga. Admito mi atrevimiento, esta historia fue escrita especialmente para Paula, la hija de la escritora, soy conciente de ello, sin embargo, me resultó difícil no entregarme a una lectura ajena cuando ésta me involucró de inmediato.

En este sentido mi reconocimiento por Allende va más allá de lo literario. Me asombra descubrir a una gran persona, sin inhibiciones, que me trató como un aliado haciéndome revelaciones de su vida, de esas que únicamente nos permitimos con nuestros íntimos. Por otro lado, cómo no admirarme cuando la autora sació mi perpetua curiosidad con respecto a las emociones ajenas; comparte mucho acerca de la concepción femenina del amor, de la sexualidad; incluso Allende se permite confidencias turbulentas, tal es el caso de sus infidelidades en el matrimonio y de cómo vivió sus primeros romances con quien hoy es su pareja.

Cuando un libro cumple es porque nos marca, y a mí Paula me marcó porque fue capaz de llevarme a explorar espacios que desconocía. Y no se cuándo vuelva a encontrarme con Isabel, tampoco sé si nuestro siguiente tropiezo alcance las intensidades que éste; por el momento la única certeza es una frase que atrapo con la intención de no dejarla escapar en mucho tiempo:


“Tal vez estamos en el mundo para buscar el amor, encontrarlo y perderlo, una y otra vez.”
Isabel Allende
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Por Carlos Alberto Ruiz