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Una de mis bandas favoritas en vivo es Plastilina Mosh. Me gusta la potencia, el dinamismo y la interacción que crean en sus presentaciones, y claro, su música como tal me parece que mezcla tantos géneros y ritmos que forma algo con cierta identidad y esencia que es muy único, muy Plastilina.
Hace unos días pude verlos nuevamente en una presentación de lo más extraña. Extraña en muchos sentidos. El evento tuvo lugar en el Séptimo Piso, un sitio que se encuentra en la azotea de un viejo edificio que alguna vez fuese una área de práctica de tiros de golf; y quizás sea ésta, su condición de espacio abierto, la que lo nutre de cierta extrañeza, entorpecimiento y lo deja indefenso ante las contingencias climatológicas, como esta vez, que una lluvia persistente no dio tregua en toda la madrugada.
El espectáculo incluía cinco bandas, sin embargo, mi arribo ocurrió pasada la media noche, casi cuando arrancaba Maria Daniela y su Sonido Lasser. ¡Maria Daniela!, me parece que es tan mala, tan mala, que por tal es buena. Una voz horrenda, sin el menor sentido de la entonación, sampleos como sacados de un teclado Casio, pero que al menos a mí al mirarlos en vivo me despoja de todo reproche y si no gusto, al menos me provoca diversión; además, nos parezca o no, este dueto es ya un referente del movimiento de esta generación.
Pero bien, llegó Mr. P. Mosh, con toda la intención de reventarnos de entusiasmo y sacar a flote la adrenalina del personal. Pero un aire demoledor, el cansancio de los que se encontraban ahí desde las nueve y unas gotas tupidas y persistentes obstaculizaron los buenos deseos de todos. La banda presentando casi todas las canciones del Tasty con algunos covers que nada más no cuajaron y sí construyeron un espectáculo desangelado. Y no fue por el grupo, no fue por la gente ¡carajo!, fue por el jodido clima y la lluvia que nada más no paró.
O tal vez fui yo. Hace algunos meses cuando compré el Tasty pasaba por un momento difícil, y recuerdo que para no pensar en ello repetía una y otra vez Millionare con el fin de acallar con la festividad de la rola los pensamientos ásperos. Pasaron algunas semanas, me olvidé de la rola y se esfumó ese asunto. Sin embargo, días antes de este concierto, para ir calentando motores subí de nuevo a mi reproductor el álbum y al escuchar Millionare ¡sorpresa!, la rola ya no me provocaba la alegría que solía darme, me regresó de vuelta a los pensamientos de aquello punzante que ella misma había ayudado a restablecer. Qué irónico, el antídoto se quedó guardando por siempre a la enfermedad…
Hace unos días pude verlos nuevamente en una presentación de lo más extraña. Extraña en muchos sentidos. El evento tuvo lugar en el Séptimo Piso, un sitio que se encuentra en la azotea de un viejo edificio que alguna vez fuese una área de práctica de tiros de golf; y quizás sea ésta, su condición de espacio abierto, la que lo nutre de cierta extrañeza, entorpecimiento y lo deja indefenso ante las contingencias climatológicas, como esta vez, que una lluvia persistente no dio tregua en toda la madrugada.
El espectáculo incluía cinco bandas, sin embargo, mi arribo ocurrió pasada la media noche, casi cuando arrancaba Maria Daniela y su Sonido Lasser. ¡Maria Daniela!, me parece que es tan mala, tan mala, que por tal es buena. Una voz horrenda, sin el menor sentido de la entonación, sampleos como sacados de un teclado Casio, pero que al menos a mí al mirarlos en vivo me despoja de todo reproche y si no gusto, al menos me provoca diversión; además, nos parezca o no, este dueto es ya un referente del movimiento de esta generación.
Pero bien, llegó Mr. P. Mosh, con toda la intención de reventarnos de entusiasmo y sacar a flote la adrenalina del personal. Pero un aire demoledor, el cansancio de los que se encontraban ahí desde las nueve y unas gotas tupidas y persistentes obstaculizaron los buenos deseos de todos. La banda presentando casi todas las canciones del Tasty con algunos covers que nada más no cuajaron y sí construyeron un espectáculo desangelado. Y no fue por el grupo, no fue por la gente ¡carajo!, fue por el jodido clima y la lluvia que nada más no paró.
O tal vez fui yo. Hace algunos meses cuando compré el Tasty pasaba por un momento difícil, y recuerdo que para no pensar en ello repetía una y otra vez Millionare con el fin de acallar con la festividad de la rola los pensamientos ásperos. Pasaron algunas semanas, me olvidé de la rola y se esfumó ese asunto. Sin embargo, días antes de este concierto, para ir calentando motores subí de nuevo a mi reproductor el álbum y al escuchar Millionare ¡sorpresa!, la rola ya no me provocaba la alegría que solía darme, me regresó de vuelta a los pensamientos de aquello punzante que ella misma había ayudado a restablecer. Qué irónico, el antídoto se quedó guardando por siempre a la enfermedad…
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Por Carlos Alberto Ruiz