sábado, agosto 25, 2007

Juste Pour Rire, un festival de la diversión.


Las condiciones climáticas de Montreal sin duda han caracterizado de forma muy particular las prácticas de sus habitantes. Una población que anualmente sobrevive a poco más de cinco meses de fríos intensos indudablemente espera el verano con gran avidez, y en este caso, el pueblo de Montreal no únicamente aguarda la presencia del sol para recobrarse de las bajas temperaturas, es éste el pretexto para salir a las calles y celebrar el arribo de la nueva temporada.

Bajo este panorama no es motivo de asombro que esta ciudad ofrezca una de sus conmemoraciones a la risa, rindiéndole a través del Festival juste pour rire (Festival sólo por reír) un homenaje trascendente que reivindica el papel de la risa y la diversión.

Fundado y hasta la fecha producido por Gilber Rozon, uno de los grandes comediantes canadienses, el Festival juste pour rire, engloba una serie de espectáculos que incluyen el trabajo de actores, mimos, ilusionistas, comediantes, músicos y marionetas que en esta ocasión tomaron Montreal del 8 al 29 de julio, cumpliendo no sólo una emisión más de festival sino también festejando su 25 aniversario.

El calendario correspondiente a la vigésimo quinta edición incluyó la presencia de más de 800 artistas provenientes de distintas regiones del mundo, que bajo la premisa de provocar el buen humor, ofrecieron alrededor de 2000 espectáculos, entre ellos obras de teatro, noches de cabaret, conciertos, monólogos, desfiles, proyecciones cinematográficas y televisivas.

La realización de los eventos sucede en teatros, salas y bares, o bien al aire libre a través de los carnavales, representaciones de saltimbanquis, estatuas vivientes y artistas urbanos que durante este ciclo repiten cada noche su andar transformando las calles y avenidas en el corazón del festival, creando una atmósfera de vida y diversión alrededor de la ciudad.

De esta manera, el Juste pour rire, se adopta como una manifestación artística fundamentada en una práctica que tal vez en mucho hemos borrado de nuestra cotidianidad: la risa. Tal vez por ello que anualmente dos millones de asistentes se dan cita en las calles de Montreal para dejarse provocar y ser objetos de los actos espontáneos de payasos, gárgolas, hombres gigantes y trapecistas que alcanzan a un público expectante que acaso los observa para asombrase con sus movimientos o quizás los mira sólo por reír.


Texto e imagen por Carlos Alberto Ruiz

jueves, agosto 09, 2007

Bruce Nauman
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Como atractivo de verano, el Musée D´art Contemporain de Montreal presenta una exposición del artista Bruce Nauman, misma que se mantendrá hasta el 3 de septiembre, y que gracias a la difusión de la prensa local, ha creado una expectativa considerable, dando como resultado una afluencia constante de visitantes a este recinto.

Nacido en los Estados Unidos y con una formación académica estrechamente relacionada con las ciencias exactas, Nauman, ha sabido nutrir su producción artística de una personalidad de mensajes múltiples, que a veces exploran la desolación, otras una sexualidad mórbida o bien encaminada a la frustración, pero siempre, con la intención de provocar al espectador atacando su tolerancia y paciencia.

Por su puesto, el carácter provocativo del discurso de Nauman constituye uno de los principales atractivos de su obra, ya que el artista se permite denunciar lo infortunado de la condición humana bajo una percepción única, alejada totalmente de las posiciones triviales y flojas que muestran los medios de comunicación.

En el arte de Bruce Nauman, la lingüística cobra un sentido importante, puesto que parte de su trabajo se fundamenta en el poder de la palabra. De esta manera el artista crea un entorno visual estructurado con palabras, frases provocadoras formadas con tubos de neón de colores estridentes. Del mismo modo, el neón ayuda también a Nauman a crear figuras humanas de expresiones desoladoras y con intenciones sexuales desbordantes.

Otro elemento muy presente en su oferta es “El Payaso”, mismo que captura en neón o video por medio de proyecciones múltiples, con monólogos repetitivos, desquiciantes que exhiben la precariedad de una sociedad de consumo envuelta en una violencia permanente.

En lo que respecta al video, en su primera etapa puede por momentos traer a la mente los conceptos visuales explorados anteriormente por Andy Warhol, sin embargo, la evolución en los proyectos de Bruce Nauman es palpable manifestando originalidad en sus visuales más contemporáneos llenos de un humor inmensamente trágico, destacando Clown Torture, en el que un payaso sostiene con una escoba una pecera, manteniendo una lucha enloquecedora por traer de vuela a sus manos el recipiente evitando que éste sufra algún daño, todo esto bajo una instalación de diferentes pantallas que proyectan la misma secuencia una y otra vez.

Como uno de los principales atractivos de esta muestra se presenta la instalación One Hundred Fish Fountain, una fuente construida por 97 peces de bronce que suspendidos armónicamente expulsan agua creando un espectáculo de movimiento y sonido organizado a partir del líquido que incesantemente recorre la escultura.

En este sentido, la obra de Nauman funciona como una valiosa oportunidad de nutrir el inconsciente, provocar la moralidad y de paso ratificar la fe en el arte contemporáneo.
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Por Carlos Alberto Ruiz

miércoles, agosto 01, 2007

L'international Des Feux Loto-Quèbec
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Anteriormente ya hablé de la île Sainte-Hélène y de su papel relevante como atractivo turístico de Montreal, del mismo modo comenté que en ella existe el parque de diversiones más importante de la ciudad, mismo que bajo el nombre de La Ronde ofrece a sus visitantes la adrenalina que únicamente pueden otorgar los ya clásicos juegos mecánicos.

La Ronde, que este año celebra su 40 aniversario, presenta dentro de sus atracciones L’international Des Feux Loto-Quèbec, un espectáculo conformado a partir de una competencia internacional de fuegos pirotécnicos, que desde 1985 tiene lugar en el ya citado centro de entretenimiento, y en la que en este año participaron Canadá, España, Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Alemania, China y México (sí señor).

En esta ocasión las presentaciones tuvieron lugar los sábados y miércoles del 20 de junio al 28 julio, en un total de 9 exposiciones nocturnas en las que cada uno de los participantes hizo gala de grandes espectáculos pirotécnicos denominados pyromusical displays, es decir, la conjunción de los fuegos artificiales sincronizados con una secuencia musical, lo cual da como resultado una mágica proyección sonora capaz de asombrar a los más escépticos.

Como ya mencioné, los fuegos son lanzados desde el parque de diversiones, sin embargo, sabemos que para disfrutar un espectáculo de pirotécnica no es necesario encontrase en el lugar donde los fuegos son despedidos, la luminosidad, el tamaño de los globos y chispas que forman pueden ser apreciados a distancia, y es ésta la condición que engrandece a la L’international Des Feux Loto-Quèbec, ya que su presencia envuelve el cielo de Montreal deleitando a un público numeroso, que quizás disfruta más que aquel grupo reducido que adquiere sus boletos para la presentación.

La competencia pirotécnica es capaz de atrapar la atención de ciudadanos y visitantes de Montreal creando tal expectativa que paraliza la ciudad por el lapso de los 30 minutos que abarca cada presentación.

Tras el aviso muchas personas buscan un sitio que permita una buena visión de los destellos luminosos. El Estado por su parte hace lo suyo deteniendo la vialidad en el puente Jacques-Cartier, para que por unos instantes se transforme en el recinto que cobije a centenares de espectadores que aguardan con impaciencia los resplandores en el cielo. Algunos para no quedar al margen de la totalidad del espectáculo se ayudan de radios portátiles para sintonizar la estación que gentilmente transmite la música que acompaña en vivo al espectáculo, otros hacen lo mismo desde los estéreos de sus autos que dejan sonar a todo volumen para compartir con los otros la experiencia.

Es increíble mirarnos como espectadores vulnerables a la fascinación de los colores en movimiento, a detonaciones implacables bajo un ritmo que nos azota de la nostalgia a una felicidad casi perpetua, que resiste y no se rompe con los aplausos finales que ofrece un público exacerbado a un grupo de artistas de la luz, que quizás lejos de poder escuchar las palmas eufóricas de la concurrencia, recibe la intensidad y el asombro de cada uno de ellos.


Texto e imagen por Carlos Alberto Ruiz