miércoles, febrero 04, 2009

Fragmentos
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Hasta el 18 de enero, el Museo Dolores Olmedo de la Ciudad de México, ofreció una importante muestra del trabajo del escultor michoacano Javier Marín. Bajo el nombre de Fragmentos, en los jardines y habitaciones de la antigua casa de la coleccionista, se instalaron 29 piezas escultóricas y gráficas que dieron cuenta de las visiones e impulsos que han regido el sólido e inconfundible estilo de Marín a lo largo de su trayectoria.

El mensaje de este artista plástico se instala en un sitio que flota entre el erotismo y la agonía, con su trabajo alcanza una reconstrucción de lo humano donde el bronce, la resina, e incluso la incorporación de otros elementos poco habituales como el amaranto o el tabaco, ofrecen una dirección novedosa de la estética.

Fragmentos, seduce con la línea que transforma lo perturbador, que en la búsqueda de ser pronunciado se revela altamente con voz propia. Cada uno de los gestos que destacan los rostros forjados por el artista, subrayan no sólo atributos físicos, articulan incluso, mucha de la sensibilidad de la especie humana, sembrando de esta forma una nueva lingüística de la expresión. Muy evidente en la mirada de sus rostros femeninos y masculinos, que inevitablemente ceden al desconsuelo y desesperanza inundando en diversas formas el pensamiento del espectador.

Los riesgos que encuentra la muestra en lo decorativo y monumental, multiplican las posibilidades de contacto con las obras. El perfume que viste a cada una de las esculturas es por demás evidente, lo cual permite rebasar la experiencia visual, para también atrapar la atención de otros sentidos. Y pese a lo total y demandante de la experiencia, no resulta fácil encontrar respuestas a los cuestionamientos de Marín: ¿Qué tan vasta resulta la corporalidad? ¿Qué percepción y aspecto ocupa el dolor en el infinito?

Aún así, el michoacano todavía se permite confundir más la conciencia de los visitantes incluyendo algunas leyendas en sus esculturas. Sin embargo, al final, las vacilaciones parecieran quedar cerradas, encontrando conclusiones en las son siempre el asombro y la provocación los resultados evidentes de un trabajo revelador.



Texto e imagen por Carlos Alberto Ruiz

Cabeza grande de mujer, 1995. Escultura en bronce 102 x 65 x 98 cms. Javier Marín.