miércoles, marzo 03, 2010

Todos eran mis hijos


Dentro de una cartelera que pareciera de a poco ir despertando del letargo, aparece por estos días dentro de la propuesta teatral de la ciudad de México, Todos eran mis hijos (All my sons), de la autoria del extraordinario dramaturgo norteamericano Arthur Miller, misma pluma que se encuentra detrás de otros éxitos del teatro mundial como El arzobispo y Después de la caída, y que esta ocasión construye una tragedia capaz de cortar la moral, a través de una fina incisión con la cual logra destazarla por completo.

Lo que ofrece este drama, bajo la dirección de Francisco Franco, es una historia donde el amor abre caminos al tiempo que los destruye a gran velocidad en un paso que rescata heridas del pasado que sangrarán de nuevo para lograr su cicatriz. Todo parece encajar en una trama inteligente y elaborada como resuelta ésta: en el marco de la segunda guerra mundial, un hombre intenta rescatar su respetabilidad tras haber sido acusado de vender un cargamento de piezas imperfectas que provocó la caída de veintiún aviones de guerra; paralelamente, al interior de su familia, su hijo menor, pretende contraer nupcias con la que fuera novia de su hermano , todo conjugando en un fárrago que provocará la felicidad e ira de cada uno de los personajes en escena, todo esto, cubierto por un pesado velo donde las dobles intenciones se tornarán más peligrosas que los campos minados.

Todos eran mis hijos, así se convierte en una obra que vale por sus interpretaciones penetrantes, logradas con base a su buen reparto, a la par que integra un espectáculo profundo, de propiedades sobresalientes, que sin mayores pretensiones alcanza una producción de calidad, logrando una adecuada iluminación, ambientación e incluso el juego de algunos efectos especiales que favorecen mucho la puesta, engrandeciendo la experiencia del asistente.

Bien parece que la compañía productora que tiene en sus manos este proyecto se apuntala como una referencia del teatro de calidad mexicano, y por lo que se puede suponer, de acuerdo al programa de mano, más espectáculos esperan en puerta, pero por el momento, que valga la paciencia y se aligere con toda la charla y reflexión que ofrece esta gran obra.


Por Carlos Alberto Ruiz