miércoles, noviembre 11, 2009

Antonio Ruiz, El Corcito.
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En el marco de su décimo quinto aniversario, el Museo Dolores Olmedo regala una encantadora muestra que reconoce al arquitecto, escenográfo y pintor mexicano, Antonio Ruiz, El Corcito. Bajo el nombre de ¿Por qué tan chiquito pintaba el corcito?, el museo de la noria exhibe más de doscientas piezas integradas por fotografías, misivas y las más representativas obras particularmente resueltas en pequeño formato, que destacan el natural sentido crítico que el artista mantuvo ante el muralismo.

Como subrayan las cédulas introductorias de cada una de las salas que conforman esta presentación, la propuesta temática de El corcito se nutre de una percepción nacionalista singular, consecuencia de la integración del artista en distintos ámbitos como el cinematográfico, teatral y académico, del cual se desprende su vínculo con escuelas de educación básica, y en cuyas imágenes puede apreciarse los distinto proyectos que dirigió el pintor involucrando a sus estudiantes en actividades multidisciplinarias, experiencias que sin duda marcaron la visión y percepción del artista, que en su obra no duda en reconocer la identidad nacional y sumar a sus lienzos vivos colores y escenarios contradictorios en donde cabe el reconocimiento de lo bello de su nación y la crítica acida hacia la desigualdad social.

En un contexto pictóricamente encabezado por el trabajo y discurso de Los Tres Grandes (Orozco, Rivera y Siqueiros), Antonio Ruiz fue capaz de hacer lo propio contribuyendo con una obra sólida y honesta de fondo que encontró prosperidad en el caballete y el pequeño formato, y que ahora, a cuarenta y cinco años de su fallecimiento topa con reconocimiento y una historia apropia dentro del marco de la pintura mexicana, resolviendo con delicadeza que la expresión se encuentra más allá de las dimensiones.

¿Por qué tan chiquito pintaba el corcito?, además de su atractivo contenido invita también al deleite que siempre ofrece el visitar la que fuera casa de de Doña Dolores Olmedo, un espacio privilegiado por su condición y naturaleza que celebra a México, su arte y cultura.

Lamentablemente, quedan pocos días para disfrutar de esta colección que abandonará este recinto el próximo 15 de noviembre, sin embargo, la invitación esta hecha y lo que brinda merece no ser ignorado.



Texto por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: Desfile cívico escolar, 1936. Óleo y temple sobre tela. Antonio Ruiz

martes, septiembre 22, 2009

Palabras de tercer aniversario


Siempre me representa una gran emoción aparecerme por aquí y distinguir todo lo que se puede compartir a través de la palabra. A la par, la vida de este espacio que hoy celebra su tercer aniversario, me regala motivos y recuerdos que se revelan como espejos de un pasado muy inmediato que de vez en vez refresca con sus recuerdos. Así, en un laberinto de memorias se aparece el presente, en el que encuentro nuevas razones para compartir y regalar en cada entrada.

Debo confesar que últimamente lo que aquí se comenta forma parte de una serie de experiencias y vivencias compartidas, que en el diálogo y la discusión han encontrado sus distintos caminos formando un juego que nutre la percepción individual. En este sentido, la posibilidad de la compañía representa una oportunidad para la amplificación de la apreciación y la oportunidad de robar al otro emociones generadas a partir de su propia visión.

Supongo que esto ha hecho del compartir, la intención y sentimiento más trascendente del todo, no únicamente de este sitio que hoy llega a su tercer aniversario, sino del camino del todo lo que veo, todo lo que digo, todo lo que siento.

De tal modo, que sea un pretexto esta fecha para invitar a salir las emociones y compartir, compartir, compartir.

¡Salud! Y gracias por visitar este espacio.


Por Carlos Alberto Ruiz

martes, septiembre 15, 2009

Te pareces tanto a mí

“Una imagen congelada en el tiempo. El retratado permanecerá siempre de la misma edad, con la misma apariencia, reflejando hábitos, costumbres y modas.” Así abre el texto introductorio de Te pareces tanto a mí, muestra temporal presentada por el Museo del Estanquillo integrada por una serie de retratos que entregan cuenta de un registro icónico de la historia de la sociedad mexicana. Piezas, que más allá de su condición de retratos revelan secretos de un pasado y su contexto.

En su desarrollo, la exhibición reconoce también a la litografía, invitándola a dar detalle de aquellos que bajo las condiciones temporales jamás pudieron ser retratados, más pudieron integrar su imagen al acervo icnográfico de la memoria nacional. De este modo, la exhibición va cumpliendo su instrucción regalando los referentes gráficos de caudillos y demás personajes de la historia política de México, recordándolos bien en la fotografía, la caricatura e incluso en técnicas mixtas, como es el caso de Benito Juárez, que aparece en unas serie de piezas de la autoria del artista oaxaqueño Francisco Toledo, en las que la plástica ofrece su posibilidad de herramienta de registro histórico e interpretación social.

Y así como aparecen los de poderosos y los de los hombres de nuestra historia, también aparecen los retratos más reveladores, aquellos de los ciudadanos comunes del viejo México, que en una extensa serie abren la máquina del tiempo y saltando al pasado nos permiten distinguir expresiones y reconocer una serie de prácticas sociales en cada una de las imágenes, donde el retrato a los difuntos resulta la más reveladora.
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El juego de los fotobotones y las fotoesculturas anota una lista de habitaciones y prendas que sin duda los arroparon, integrando al valor emocional por el retratado, la posibilidad decorativa y práctica de su época; analogía valiosa y de un referente incluso conmovedor que buscando su homónimo en nuestro tiempo jamás lo hallaría en sitios electrónicos o redes sociales.

Te pareces tanto a mí, se busca en la memoria a la vez que se permite provocar al futuro retándolo con una eterna permanencia y una emotividad colectiva, y a paso que no es breve transforma la cotidianidad en asombrosa maestría de vida, de recuerdo, de arte.

Por Carlos Alberto Ruiz

jueves, septiembre 03, 2009

Fabrica la Aurora


Una esencia ambiental resuelta a base de apaciguados paisajes, además de un aire multicultural que se hace evidente al transitar sus calles, pueden ser las razones por las que a lo largo de su historia más contemporánea, San Miguel de Allende, se ha convertido en refugio creativo de buen número de artistas plásticos, ubicándolo como uno de los espacios privilegiados para la proliferación de galerías.

De este modo, el paso por las pequeñas calles de San Miguel puede convertirse en un camino de paradas continuas, cuyas pausas van definiéndose por vitrinas atrayentes que invitan al reconocimiento de la obras que son exhibidas. Sin embargo, dentro de esta extensión de propuestas destaca la Fabrica la Aurora Centro de Arte y Diseño, un espacio industrial que data del año 1902 y que hasta 1991 albergó a una de las fabricas textiles más importantes de México, encontrando su nuevo destino en el 2001 al trasformarse en un sitio que alberga galerías, tiendas de mobiliario y objetos decorativos, además de estudios y restaurantes.

De esta manera, la Aurora ofrece un área mágica y cautivadora, que conserva la esencia de su arquitectura original de nave industrial, con decorados en cantera y puertas de hierro forjado que poco han cedido a la instalación de espacios más funcionales para su nueva aplicación de centro de relación y producción artística, tanto de creadores de gran reconocimiento y trayectoria como de noveles.

Así, en ciertos rincones que aún conservan la maquinaria y turbinas, conviven ahora talleres artísticos y sitios perfectos para recibir a un visitante que bien puede encontrar en la Fabrica la Aurora, un paseo de deleite y apreciación, y por qué no, de ambición por hacer propias las obras que se van revelando unas tras otras; y por supuesto en sus cafés tropezará con el lugar oportuno para aterrizar la conversación y debate mientras se disfruta la compañía.

El término de feria de arte permanente es la definición más cercana, aunque no más certera para la Aurora, que sin duda es más allá de eso. Sin embargo, el lanzar la invitación hasta este extraordinario lugar orilla a intentar definir algo que solo en esta fabrica puede ser interpretado y vivido.




Texto e imagen por Carlos Alberto Ruiz

martes, septiembre 01, 2009

Tanto ha pasado
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Tanto ha pasado, que hoy que regreso aquí, miro con cierta tristeza y reproche la fecha del último post, sin embargo, por otro lado recuerdo todo lo que han significado estas semanas en mi vida, y sin justificación, distingo la compleja transformación de mi nuevo estado a la vez que saboreo este periodo, no de ocio, de una intensa integración mejor dicho.

A la par, este lapso me ha otorgado espacios para la reflexión y el regalo de muchas ideas, que sin evaluaciones de buenas o malas, algunas ya se desprenden hacia su propio camino, y eso me entusiasma, me dice que estoy trabajando. Por otro lado, hubiese jurado que no me encontraba cansado, después de este par de meses eufóricos, este día una siesta de tres horas me robó la tarde, lo sé, entiendo que es un exceso, pero supongo que fue la fatiga que encontró el espacio que necesitaba, y así como me reproché tanto tiempo de sueño a mitad del día, tras la relajación, ya con todo el entusiasmo me pregunto: ¿Ahora qué sigue?

Por Carlos Alberto Ruiz

miércoles, mayo 20, 2009

Delirios de Razón
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Muchas de las transformaciones sociales de nuestro tiempo afianzan su rumbo en las nuevas tecnologías, que de algún modo han venido tornando las prácticas y muestras artísticas adoptando novedosos modos en su producción y exhibición. Estas prácticas, principalmente realizadas por gente joven, se han cristalizado en nuevos estilos de vida donde cabe la interacción social, la manipulación de gadgets, pero sobre todo, el consumo. Irónicamente, acomodándose en este último rubro, el mercado ha desarrollado de una manera más latente su integración con el arte, reuniendo de esta forma estereotipos y formas de vida que constituyen grandes posibilidades de venta. Así, la Ciudad de México viene absorbiendo de un tiempo a la fecha grandes oportunidades de ser anfitriona al recibir en sus salas y museos el trabajo de grandes artistas plásticos de importancia internacional, por supuesto, siendo esto posible en mucho, tras el patrocinio de buen número de marcas que se integran a estos proyectos.

De esta manera, desde el pasado mes de febrero, arribó al museo de San Ildefonso, Delirios de Razón, muestra que viene auspiciada por varios consorcios y engloba 64 trabajos del fotógrafo anglosajón David LaChapelle, capturados entre 1995 y el 2008.

Al constituirse esta amalgama de arte y mercadotecnia, el resultado deviene en una exposición que ha gozado de una extensa promoción, lo que favorece en muchos sentidos. Naturalmente los grandes escaparates abren la curiosidad, de esta forma nos encontramos con salas abarrotadas, que provocan la buena costumbre de una asistencia cada vez más nutrida a las salas de exhibición.

Por otro lado, el contenido aterrizado de Delirios de Razón, materializa una visión de crudeza a través de formas que a primera vista sugieren gran candidez. A partir de escenas que gozan de un gran colorido, LaChapelle estructura una disertación de encuentros que enfrentan una tortuosa moralidad. Sus piezas cobran valía en la favorecedora producción que las respalda, además de ser personificadas por estrellas del rock y del mundo de modelaje, del mismo modo que en ocasiones ciudadanos comunes se integran a las vistas del artista.

La trayectoria de David LaChapelle, ha mantenido un discurso bien afianzado, asintiéndose como una probabilidad de conciencia hacia el reconocimiento de lo atroz. Sus caminos se afianzan en retazos de religiosidad y humanismo, para así, acaso estructurar un escenario capaz de despertar la sensibilidad del espectador. Todo esto, aunado a la extensa experiencia de LaChapelle en la publicidad, en el terreno editorial y el video, abren de expectativas una muestra que obliga visita y se mantendrá en la Ciudad de México hasta el mes de junio.



Texto por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: Jesus is my homeboy por David Lachapelle.

domingo, mayo 03, 2009

Del concepto de libertad
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En el hartazgo del encierro y casi clausura de la ciudad, identifiqué algo revelador para mí, distinguí mi concepto de libertad. Y en él pude encontrar que la libertad la encuentro principalmente al descubrirme transitado por algún sitio.

Ayer, como un relámpago, me llegó un recuerdo en el que aparezco caminando con gran tranquilidad; el sitio y la ciudad es lo de menos, pero en ese vagabundeo solitario reconozco una inmensa sensación de libertad. El clima del momento era muy favorecedor, muy fresco, con el sol dispuesto apara el atardecer; y me miro ahí, andando, con la cabeza en ejercicio de total introspección, con la vista capturando postales de un lugar que desconocía, y a la distancia alcanzo a distinguir aún más la gran libertad que me otorgó ese momento.

Supongo que el enclaustramiento me devolvió esta escena, y al hacerlo, la mente se llena de nostalgia al saberse segura de que tal no fue un invento, al contrario, fue tan real como la vida. A esto, el cuerpo y la conciencia se llenan de desesperación, exigen repetir la experiencia de inmediato, sin embargo, es imposible, las emociones jamás se preparan, su valor está en la espontaneidad, su situación es la sorpresa.

A la par este pensamiento se envuelve con una conversación también del día de ayer, en la que el futuro apareció para retar. Afortunadamente, cuando la complicidad existe el destino regala flexibilidad, e incluso hace creer que cumple caprichos, siempre tras la consideración de que el verdadero y autentico caprichoso es él.

Yo ya quiero ver el futuro y por supuesto quiero más regalos de libertad, quiero llenarme la mente de otros caminos andados, de postales de pasos ensimismados, de charlas solitarias y silencios en compañía. Tengo antojo de calle, y más aún, de libertad.




Texto e imagen por Carlos Alberto Ruiz

viernes, mayo 01, 2009

De festejo
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Las circunstancias personales son obvias, el festejo muy claro, además, los motivos sobran, pero hoy, por supuesto tenía que escribir. Así, con un panorama extraño y asombroso pasará este día, con un freno y descanso agobiante, sin embargo, éste, el que escribe, es necio, cree en la sorpresa y sabe que a quienes espera ya están ahí.

En otros asuntos, sé que debo mucho, algunos textos no han llegado a este sitio, unos por decidía, otros, porque ni ellos mismo saben que existen ya. Pero los creados sin son una deuda que será saldada, desafortunadamente tendrán que pasar algunos días para que aquí aparezcan dado que se mantienen trágicamente resguardados en mi lugar de trabajo al que espero regresar a la brevedad, ya que vale decir, con la mayor de las sinceridades: la ociosidad agota.

Y esto lleva a otros caminos, al deseo de que todo gire a la normalidad. Urge ver al país de nuevo sano, y más apremia ver la ciudad abierta. Por lo pronto, esta experiencia me permite distinguir la necesidad de movimiento. En la inactividad no encuentro motivos para transformar en palabras.

Pese a todo, se que hoy tendré una tregua, no muy ambiciosa por supuesto, pero sí capaz de regalarme un trozo lleno de bienestar. Y de antemano gracias por los buenos deseos.


Texto por Carlos Alberto Ruiz
Imagen por Ian Shirley

miércoles, abril 15, 2009

El flautista de Hamelín


Dentro del círculo de la música clásica, el flautista mexicano Horacio Franco constituye una referencia no únicamente nacional, sino de carácter y presencia internacional. A través de su música, Franco ha sabido trastocar la conciencia de un público cada vez más amplio, al mismo tiempo que ha redefinido la trascendencia de su instrumento –la flauta de pico-. En un contexto ortodoxo y anquilosado, el músico ha sido capaz de integrar una propuesta total y cuestionadora por medio de una imagen poco usual en su ámbito, acompañada de la personalidad inquieta y altruista que tanto lo ha caracterizado.

Bajo tales referencias, no asombró el anuncio de que Horacio Franco incursionaría en el teatro, en una puesta en escena obvia, casi natural para su primera irrupción en ese terreno: El flautista de Hamelín. Así fue que, en una brevísima temporada de cinco funciones ocurridas entre el 9 y el 12 de abril, la Compañía Teatralnaya vistió el escenario del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, integrando a sus filas al genial y virtuoso flautista Horacio Franco.

Basada en una adaptación del trabajo de Josephine Preston Peabody, la presentación contó la historia de Hamelín, un poblado que vive atestado de ratas hasta el día en que un misterioso flautista ofrece acabar con tal plaga a cambio de mil monedas; cerrado el trato, el forastero cumple su parte, sin embargo, la trama cobra fuerza cuando los ciudadanos de Hamelín se niegan a darle paga, ofreciendo a continuación un lío que fue capaz de llevar al espectador a la introspección para identificar las debilidades propias y colectivas.

En este marco destaca la puntual dirección de escena de Mauricio Osorio, quien fue capaz de proyectar una gran sensibilidad al construir un cuadro tan humano de gran universalidad. Vale también subrayar la habilidad de Osorio para montar el juego perfecto, en el que el actor Víctor Kruper interpretó magistralmente al flautista, a la par que Horacio Franco daba vida al alma y talento del flautista creando una dinámica precisa en la que las interpretaciones musicales de Franco construían la par perfecta a las intenciones y destreza actoral de Kruper, regalando al espectador la posibilidad de presenciar un espectáculo tan completo concebido a partir de una gran calidad.

En consecuencia, el gran regalo que resultó ser El flautista de Hamelín, se expresa como un ejercicio ambicioso de interdisciplinariedad que se reconoce con éxito, como una gran oportunidad en el sentido musical para desmitificar la rigidez de lo clásico para permitirle un mayor público; también, representa una victoria para el teatro mexicano, al permitir distinguir a partir de esta propuesta las grandes intenciones y talento de las compañías nacionales, que en el caso de Teatralnaya, demostró de sobra contar con las competencias para adoptar un recinto tan importante y hermoso como lo es el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.



Texto por Carlos Alberto Ruiz
Imagen por Alejandro Barragán

miércoles, marzo 04, 2009

Carlos Sandoval, la transmutación de lo divino.
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La expresión artística, muchas veces nutre sus posibilidades e intenciones de los aparatos sociales, que en este caso funcionan para el artista como oportunidades de riesgo, que en la resolución pueden llegar a conseguir narraciones hiperbólicas de la realidad.

Como consecuencia de esta particularidad, la historia y la práctica han vinculado de una manera muy íntima la producción artística y las bases estructurales de la religión católica, resultando en una relación tan tirante como fructuosa, en las que ambas partes finalmente alcanzan su cometido.

En este sentido, en la actualidad el trabajo de muchos creadores asienta su discurso en esta analogía, donde lo religioso refiere la interpretación del entorno. Un ejemplo de ello es la propuesta pictórica de Carlos Sandoval, quien en su precoz producción ha enfilado sus lienzos hacia un estilo que de forma apresurada va ya construyendo su individualidad.

La irrupción reciente de Sandoval en los círculos de la plástica mexicana, ha venido acompañada de una propuesta capaz de abrir curiosidades. Sus temáticas parafrasean el mundo de la moda a partir de un lazo con la divinidad. De este modo, en su serie Devotos a la Moda, se permite una reinterpretación visual de la icnografía religiosa que a manera de modernización transmuta la imagen de los hombres sagrados para adecuarlos a los cánones de belleza contemporáneos, concediendo de esta forma piezas alborotadoras que hurgan las estabilidades de la sociedades modernas, caso que repite en Virtudes, un grupo de obras cuyo origen se remite al retrato de la contraparte de los pecados capitales.

Visualmente es el retrato, en colores ocres, la base narrativa de de Carlos Sandoval, sin embargo, la presencia de textos en sus cuadros remite a la grafía como un elemento más de forma que de fondo, donde el significante cobra vida más allá de sus significado. Es decir, los mensajes son citas que el autor ha recopilado de publicaciones especializadas en la alta costura, o canciones retomadas como instrumento decorativo y no como arma de validación en su promesa, tal como sucede en su colección Chocolate.

Es así, que la mente de este joven artista mexicano asume sus primeras marchas con cierta seguridad, con la ambición que le ha permitido a ligar su siguiente proyecto con la Leyenda Dorada, el texto que reúne la hagiografía de más de 180 santos, a partir del cual Carlos Sandoval pretende una interpretación visual acorde a los patrones de la actualidad, que ya ha desprendido varios intentos que resuelven muy hábilmente su primera intención.

*Carlos Sandoval, presentará a partir del 25 de marzo su muestra La Leyenda Dorada en Casa Lamm.

Texto por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: San Narciso (Serie La Leyenda Dorada), 2009. Acrílico sobre tela, 100 x 100 cm. Carlos Sandoval.

miércoles, febrero 04, 2009

Fragmentos
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Hasta el 18 de enero, el Museo Dolores Olmedo de la Ciudad de México, ofreció una importante muestra del trabajo del escultor michoacano Javier Marín. Bajo el nombre de Fragmentos, en los jardines y habitaciones de la antigua casa de la coleccionista, se instalaron 29 piezas escultóricas y gráficas que dieron cuenta de las visiones e impulsos que han regido el sólido e inconfundible estilo de Marín a lo largo de su trayectoria.

El mensaje de este artista plástico se instala en un sitio que flota entre el erotismo y la agonía, con su trabajo alcanza una reconstrucción de lo humano donde el bronce, la resina, e incluso la incorporación de otros elementos poco habituales como el amaranto o el tabaco, ofrecen una dirección novedosa de la estética.

Fragmentos, seduce con la línea que transforma lo perturbador, que en la búsqueda de ser pronunciado se revela altamente con voz propia. Cada uno de los gestos que destacan los rostros forjados por el artista, subrayan no sólo atributos físicos, articulan incluso, mucha de la sensibilidad de la especie humana, sembrando de esta forma una nueva lingüística de la expresión. Muy evidente en la mirada de sus rostros femeninos y masculinos, que inevitablemente ceden al desconsuelo y desesperanza inundando en diversas formas el pensamiento del espectador.

Los riesgos que encuentra la muestra en lo decorativo y monumental, multiplican las posibilidades de contacto con las obras. El perfume que viste a cada una de las esculturas es por demás evidente, lo cual permite rebasar la experiencia visual, para también atrapar la atención de otros sentidos. Y pese a lo total y demandante de la experiencia, no resulta fácil encontrar respuestas a los cuestionamientos de Marín: ¿Qué tan vasta resulta la corporalidad? ¿Qué percepción y aspecto ocupa el dolor en el infinito?

Aún así, el michoacano todavía se permite confundir más la conciencia de los visitantes incluyendo algunas leyendas en sus esculturas. Sin embargo, al final, las vacilaciones parecieran quedar cerradas, encontrando conclusiones en las son siempre el asombro y la provocación los resultados evidentes de un trabajo revelador.



Texto e imagen por Carlos Alberto Ruiz

Cabeza grande de mujer, 1995. Escultura en bronce 102 x 65 x 98 cms. Javier Marín.

lunes, enero 12, 2009

El Buen Canario
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El 2008, constituyó un marco que abrió las salas de teatro a proyectos serios, ambiciosos, de amplio presupuesto, con elencos que pocas ocasiones pueden disfrutarse en los escenarios. Así, tres títulos se distinguieron dentro de las marquesinas de la Ciudad de México: 12 Hombres en Pugna, Pájaro Negro y El Buen Canario; este último, sin duda una atrayente producción que ostentó en sus créditos la dirección escénica de John Malkovich, hecho que por sí mismo abre la curiosidad sumado al sugestivo cuadro actoral integrado por Diego Luna, Daniel Gimenez Cacho, Bruno Bichir, Irene Azuela, entre otros.

Para acercarnos a la trama de El Buen Canario bien vale subrayar a su autor, Zach Helm, el mismo hombre cuya imaginación arrojó el significativo guión cinematográfico de la cinta Stranger than Fiction. Con este dato, se alcanza a distinguir que lo que se presenta en escena apunta hacia situaciones tirantes, emocionales, englobando un mensaje muy particular con respecto a la sociedad moderna del mundo occidental.

El hilo del discurso gira alrededor de la vida del escritor Jack Parker, cuyo éxito repentino resulta tan asombroso, lleno de futuro, que lo único que pareciera ensombrecerlo son las adicciones y desequilibrios padecidos por Annie, su mujer.

De este modo, en su transcurso, El Buen Canario da tiempo para los afectos, la furia, y la trasmutación psíquica. Por supuesto, todo representado con la mayor habilidad, exhibiendo lo aventajado que resulta Malkovich al explotar el carácter y la habilidad actoral de la que son capaces sus ejecutantes, que más allá de la fama acumulada a lo largo de sus trayectorias individuales, dan cuenta de un talento destacado, insistiendo de modo muy personal, en la participación de Daniel Gimenez Cacho, un hombre al que bien le viste su papel de Charlie, un editor literario visionario, dotado de un acido sentido del humor.

A la par, el trabajo de producción también se distingue, integrando decorados audaces que se solventan de proyecciones que otorgan al escenario de un encanto muy particular que lo asemeja más a una instalación de arte contemporáneo. En este sentido, el clima emotivo y físico que regalan cada uno de los actos logra envolver con gran impacto.

Sería de pésimo gusto puntualizar los momentos que componen la obra, sin embargo, sí puede referirse la experiencia particular a la que mueven sus diálogos, compartiendo la intensidad y nostalgia con la que se camina por la historia, que al final, deja la sensación de avidez por mirar en este 2009 la cartelera invadida de trabajos igual de capaces.



Por Carlos Alberto Ruiz