miércoles, mayo 20, 2009

Delirios de Razón
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Muchas de las transformaciones sociales de nuestro tiempo afianzan su rumbo en las nuevas tecnologías, que de algún modo han venido tornando las prácticas y muestras artísticas adoptando novedosos modos en su producción y exhibición. Estas prácticas, principalmente realizadas por gente joven, se han cristalizado en nuevos estilos de vida donde cabe la interacción social, la manipulación de gadgets, pero sobre todo, el consumo. Irónicamente, acomodándose en este último rubro, el mercado ha desarrollado de una manera más latente su integración con el arte, reuniendo de esta forma estereotipos y formas de vida que constituyen grandes posibilidades de venta. Así, la Ciudad de México viene absorbiendo de un tiempo a la fecha grandes oportunidades de ser anfitriona al recibir en sus salas y museos el trabajo de grandes artistas plásticos de importancia internacional, por supuesto, siendo esto posible en mucho, tras el patrocinio de buen número de marcas que se integran a estos proyectos.

De esta manera, desde el pasado mes de febrero, arribó al museo de San Ildefonso, Delirios de Razón, muestra que viene auspiciada por varios consorcios y engloba 64 trabajos del fotógrafo anglosajón David LaChapelle, capturados entre 1995 y el 2008.

Al constituirse esta amalgama de arte y mercadotecnia, el resultado deviene en una exposición que ha gozado de una extensa promoción, lo que favorece en muchos sentidos. Naturalmente los grandes escaparates abren la curiosidad, de esta forma nos encontramos con salas abarrotadas, que provocan la buena costumbre de una asistencia cada vez más nutrida a las salas de exhibición.

Por otro lado, el contenido aterrizado de Delirios de Razón, materializa una visión de crudeza a través de formas que a primera vista sugieren gran candidez. A partir de escenas que gozan de un gran colorido, LaChapelle estructura una disertación de encuentros que enfrentan una tortuosa moralidad. Sus piezas cobran valía en la favorecedora producción que las respalda, además de ser personificadas por estrellas del rock y del mundo de modelaje, del mismo modo que en ocasiones ciudadanos comunes se integran a las vistas del artista.

La trayectoria de David LaChapelle, ha mantenido un discurso bien afianzado, asintiéndose como una probabilidad de conciencia hacia el reconocimiento de lo atroz. Sus caminos se afianzan en retazos de religiosidad y humanismo, para así, acaso estructurar un escenario capaz de despertar la sensibilidad del espectador. Todo esto, aunado a la extensa experiencia de LaChapelle en la publicidad, en el terreno editorial y el video, abren de expectativas una muestra que obliga visita y se mantendrá en la Ciudad de México hasta el mes de junio.



Texto por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: Jesus is my homeboy por David Lachapelle.

domingo, mayo 03, 2009

Del concepto de libertad
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En el hartazgo del encierro y casi clausura de la ciudad, identifiqué algo revelador para mí, distinguí mi concepto de libertad. Y en él pude encontrar que la libertad la encuentro principalmente al descubrirme transitado por algún sitio.

Ayer, como un relámpago, me llegó un recuerdo en el que aparezco caminando con gran tranquilidad; el sitio y la ciudad es lo de menos, pero en ese vagabundeo solitario reconozco una inmensa sensación de libertad. El clima del momento era muy favorecedor, muy fresco, con el sol dispuesto apara el atardecer; y me miro ahí, andando, con la cabeza en ejercicio de total introspección, con la vista capturando postales de un lugar que desconocía, y a la distancia alcanzo a distinguir aún más la gran libertad que me otorgó ese momento.

Supongo que el enclaustramiento me devolvió esta escena, y al hacerlo, la mente se llena de nostalgia al saberse segura de que tal no fue un invento, al contrario, fue tan real como la vida. A esto, el cuerpo y la conciencia se llenan de desesperación, exigen repetir la experiencia de inmediato, sin embargo, es imposible, las emociones jamás se preparan, su valor está en la espontaneidad, su situación es la sorpresa.

A la par este pensamiento se envuelve con una conversación también del día de ayer, en la que el futuro apareció para retar. Afortunadamente, cuando la complicidad existe el destino regala flexibilidad, e incluso hace creer que cumple caprichos, siempre tras la consideración de que el verdadero y autentico caprichoso es él.

Yo ya quiero ver el futuro y por supuesto quiero más regalos de libertad, quiero llenarme la mente de otros caminos andados, de postales de pasos ensimismados, de charlas solitarias y silencios en compañía. Tengo antojo de calle, y más aún, de libertad.




Texto e imagen por Carlos Alberto Ruiz

viernes, mayo 01, 2009

De festejo
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Las circunstancias personales son obvias, el festejo muy claro, además, los motivos sobran, pero hoy, por supuesto tenía que escribir. Así, con un panorama extraño y asombroso pasará este día, con un freno y descanso agobiante, sin embargo, éste, el que escribe, es necio, cree en la sorpresa y sabe que a quienes espera ya están ahí.

En otros asuntos, sé que debo mucho, algunos textos no han llegado a este sitio, unos por decidía, otros, porque ni ellos mismo saben que existen ya. Pero los creados sin son una deuda que será saldada, desafortunadamente tendrán que pasar algunos días para que aquí aparezcan dado que se mantienen trágicamente resguardados en mi lugar de trabajo al que espero regresar a la brevedad, ya que vale decir, con la mayor de las sinceridades: la ociosidad agota.

Y esto lleva a otros caminos, al deseo de que todo gire a la normalidad. Urge ver al país de nuevo sano, y más apremia ver la ciudad abierta. Por lo pronto, esta experiencia me permite distinguir la necesidad de movimiento. En la inactividad no encuentro motivos para transformar en palabras.

Pese a todo, se que hoy tendré una tregua, no muy ambiciosa por supuesto, pero sí capaz de regalarme un trozo lleno de bienestar. Y de antemano gracias por los buenos deseos.


Texto por Carlos Alberto Ruiz
Imagen por Ian Shirley