viernes, octubre 31, 2008

Octubre

Comúnmente, los actos y experiencias se acumulan de algún modo delineando la personalidad, definiendo en gran medida nuestra percepción del futuro y del presente. Así, los éxitos abren la ventana del optimismo en la medida que el fracaso inunda de temor y orilla al aislamiento. Sin embargo, la vida exige nuestra integración y acción, siendo éste el único modo que permite saltar de un estado a otro.

Desde un principio, el tema de la transformación ha sido una constante en los textos que aquí se han compartido, y la explicación más lógica que encuentro al respecto apunta hacia cierta debilidad por lo novedoso y la necesidad de integrarme a entornos distintos que me acojan y me exijan.

De tal modo, el cambio de octubre es medular, dado que viene a otorgar sentido a la vez que promete resolver dudas que insistían desde el pasado, e incluso, salda muchos aspectos de innecesaria individualidad.

Al respecto, las expectativas se abren y se alcanza a identificar el pasado propio como una vida fragmentada que no se llega reconocer por completo, señalando hacia un sitio donde los riesgos reconstruyen el significado de la vida y redireccionan las peticiones que se le habían hecho al destino.

Finalmente, las experiencias nos convierten en individuos más ambiciosos, de indagaciones inalcanzables y caprichosas, sin embargo, cuando lo buscado existe, y no sólo eso, se revela frente a nosotros, la emoción arrebata con gran avidez por sentir y ser sentidos, las manos se llenan de fuerza para empapar de poesía los muros y la vida se alista para saltar a su precipicio. Es ahí, cuando llega el tiempo donde los ciclos se cumplen y las posibilidades aparecen.


Por Carlos Alberto Ruiz