miércoles, julio 02, 2008

La Madre Pródiga

Una de las exhibiciones pictóricas más atrayentes que ha albergado esta ciudad en los últimos tiempos ha cerrado su presentación el pasado domingo. Se trata de La Madre Pródiga, muestra del mexicano Daniel Lezama, construida por sesenta obras que encierran diez años en los que el artista ha trabajado la interpretación de muchos de los símbolos que conforman las bases culturales de la sociedad mexicana.

A través de su trabajo, Lezama compone una aguda búsqueda hacia la identidad de nuestra nación en un retrato de la realidad que juega con el mestizaje, trayendo al frente elementos innegablemente trascendentes en nuestra formación social.

La presencia de figuras como Benito Juárez, Juan Gabriel, lucifer, la Virgen de Guadalupe e incluso Juan Diego, cambian totalmente de sentido, sin llegar a perder esencia, en los trabajos del artista. Apuntalando su discurso hacia un cotejo de los mitos, resuelve que las tragedias no están en la apariencia sino en el trasfondo, como una consecuencia de la festividad, vejación y dependencia de la que somos objeto.

Aludiendo directamente a una sexualidad tirante, el artista cierra el círculo de su mensaje delineando la tragedia con actos que sugieren imperfección y un amor inmenso. No puede caber más desgracia en los adultos y adolescentes desnudos que pasean en las obras de Lezama, cuando su vulnerabilidad ha traspasado los límites del deseo para alcanzar la precariedad de la conciencia.

Evidentemente, el intento por la composición de la identidad nacional no podrá nunca llegar a ser total, ni en lo literario, lo fílmico y por supuesto lo pictórico. El psiquis social mexicano tan complejo como voluble, antoja inconcebible una disertación unánime de lo que constituye. Sin embargo, la aportación de Daniel Lezama, integra mayores posibilidades de respuesta y cuestionamiento, su trabajo irónicamente tambalea las seguridades de la modernidad para entregarnos a las incertidumbres del pasado, del presente.

Las lecturas de La Madre Pródiga son innumerables, su percepción inicia desde la individualidad y apunta hacia el entendimiento del periplo social que conformamos. Sus escenas tan reveladoras, no alcanzan menos que orientación y una cualidad estética genuina.

Por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: La noche del diablo, 2007. Óleo sobre lino, 225 x 300 cm. Daniel Lezama

www.lamadreprodiga.com