lunes, septiembre 22, 2008

Palabras de segundo aniversario

Los últimos meses sostuve una desgastante batalla contra la antigua plantilla de este blog, que debido a una falla desconocida jugaba la mala broma de ocultar las entradas y sus textos.

Tras la victoria de la tecnología, que jamás me permitió reparar los daños, resultó cierto deterioro de mi relación con este espacio, soy sincero, el desánimo me absorbía al imaginar qué sentido tenía escribir textos que definitivamente no se mostraban en el monitor y por tanto no podían ser leídos.

Tal escenario me planteó el compromiso inmediato de buscar una nueva plantilla, la cual no únicamente significara un paliativo para los problemas experimentados, sino que también me pareciera atractiva y visualmente compatible con lo que aquí se comparte.

Después de largas horas de paciencia y navegación apareció el esquema que ahora se ve en pantalla. Sin embargo, la ruptura con el anterior trajo consigo otras inquietudes que trazaron nuevos planteamientos de congruencia y legitimidad, en los que encuentro distintas razones por las cuales este espacio ya no puede identificarse con su título anterior.

En este pensamiento, en el que no entiendo qué tanto el tiempo puede hacer madurar pero sí cuánto transforma, distingo cambios personales y de contexto desde aquel septiembre del 2006 cuando abrió, lo que exige como consecuencia lógica una transformación que mantiene la esencia, mas asume a través del cambio el paso del tiempo.

A propósito del nuevo titulo, Primera Palabra, vale decir a modo de justificación que alude a la instigación, a distinguir cada texto aquí presentado como un estimulo que pueda provocar acciones, reflexiones y muchas otras opiniones. Es decir, asumir a cada post como la Primera Palabra de “algo” que continuara algún visitante.

Y qué mejor manera de inaugurar la nueva plantilla y nombre que la coincidente fecha con el segundo aniversario, para de este modo agradecer las lecturas y comentarios de este sitio en el que todos siempre serán bienvenidos.

Por Carlos Alberto Ruiz

viernes, septiembre 19, 2008

Ignacio López Tarso, un hombre en pugna.
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A finales de la década de los noventas, cuando el cineasta mexicano Arturo Ripstein anunció que llevaría al cine la novela de Gabriel García Márquez, El Coronel no tiene quien le escriba, muchas voces apuntaban como serio candidato a interpretar el papel del Coronel, al actor mexicano Ignacio López Tarso. Finalmente, la cinta se realizó con resultados magníficos, mas López Tarso no fue incluido en el proyecto, siendo Fernando Luján, el encargado de encarnar al mítico personaje, resolviéndolo de forma excepcional. Sin embargo, de manera muy particular, aún me cuestionó cómo hubiese vestido Tarso al viejo Coronel con Gallo en brazos.

Como para muchos otros mexicanos, mi imagen de Ignacio López Tarso se relaciona de manera inmediata con su actuación en la cinta Macario, aquella de 1959, basada en la novela de Bruno Traven. Su participación en esta película no es menos que estupenda; a lo largo de mi vida he visto esta cinta una decena de veces y en cada ocasión he quedado asombrado por la capacidad interpretativa del actor. Por supuesto, Macario, es tan sólo un proyecto de muchos en los que he disfrutado de su intervención, recuerdo haberlo visto también en la versión cinematográfica de Pedro Páramo y en telenovelas, e indudablemente lo reconozco como uno de los histriones cuyo trabajo más admiro.

Con buena fortuna, la cartelera teatral de la Ciudad de México, ofrece actualmente la puesta 12 Hombres en Pugna, proyecto que mantiene en escena a Don Ignacio, que presunción aparte, tuve oportunidad de gozar hace un par de semanas. La historia, original de Reginal Rose, se ubica en el Nueva York de 1957, dentro de una sala de jurados de la corte de justicia, en la que 12 hombres tendrán que determinar un veredicto entorno a un caso de asesinato. La temática, de antemano se antoja seductora y en realidad así es, la trama se desarrolla en una larga escena que integra feroces guerras actorales entre los que conforman el elenco, paseando los ánimos de la intriga a la comedia y de vuelta al drama.

El personaje que López Tarso, juega un papel medular en la historia, es él el instrumento que sostiene el nudo y desarrollo de la historia, asentado en diálogos inteligentes que pronuncia recibiendo buena replica de sus compañeros. Su desenvolvimiento en escena, sobra decir, es absolutol y dotado de naturalidad, siendo capaz de crear un lazo firme de complicidad con los espectadores al margen del trabajo de sus compañeros, a quienes supongo, el asunto más que inspirar rivalidades les provoca respeto.

La entereza actoral y física que guarda el actor a sus arriba de ochenta años es admirable, y es ésta una magnifica oportunidad para deleitarse con su trabajo en presencia a través del teatro, que si bien ya con este hecho sobran las razones para augurar un buen espectáculo, 12 Hombres en Pugna es también un buen pretexto confrontar la moral y juicios particulares.

Por Carlos Alberto Ruiz

domingo, septiembre 14, 2008

Don Quijote
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Continuando el festejo de su 45° Aniversario, la compañía nacional de danza dirigida por Dariusz Blajer, presentó durante el último fin de semana de agosto en el Teatro de la Ciudad una breve temporada del ballet Don Quijote. Basado en el capitulo XIX del segundo libro de la novela de Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, el espectáculo ubica su relato en uno de los deambulares del Quijote y su escudero Sancho Panza, en el que son testigos de las desavenencias de una joven pareja de enamorados –Kitri y Basilio–, sin embargo, la vulnerabilidad del hidalgo ante el sentimentalismo lo inmiscuye en el asunto al grado tal de ayudarlos en su fuga.

Como en toda obra clásica romántica, el Quijote integra a las parejas amorosas la tragedia del obstáculo, en este caso, Lorenzo, padre de Kitri, pretende hacerla casar con el viejo y rico Gamache, un ser tan ridículamente patético por el cual la joven no puede sentir más que natural rechazo. Siendo tal la situación que este ballet traduce a movimientos, trasformando las ideas concebidas por Cervantes hacia un lenguaje corporal intenso, que reúne incluso uno de los episodios más gloriosos del hombre de la mancha: la famosa lucha que sostiene contra los molinos de viento.

La base literaria confiere al ballet innumerables posibilidades narrativas, tanto dramáticas como de fondo lógico, que en el caso de Don Quijote se incrementan de manera muy natural por la riqueza misma de esta gran novela. La trascendencia de la historia de Cervantes ha quedado suscrita de forma unánime y universal, a cuatrocientos años de su creación, su vigencia no merma, al contrario, permanece sin ceder su posición de máxima obra literaria del idioma español, siendo esta posición de totalidad la pieza clave que nutre y favorece su transición a la danza.

Retomado a diez años de su primer montaje por parte de la Compañía Nacional de Danza, este espectáculo traza la coreografía de Caroline Llorca sobre la base original de Marius Petipa, resultando en una composición sutil, viva, de movimientos quizá no tan acrobáticos mas de una precisión estricta, además de ser visualmente atractiva.

Sin embargo, algo que particularmente destaco esta ocasión es lo colorido del vestuario y ambiente que otorgan en conjunto un fuerte dinamismo, claro, consecuencia del rico contexto que permite la novela, hecho que hace posible integrar ambientes festivos que toman formas multicolores en el escenario, dando la apariencia de una gran lienzo vivo y en movimiento.

La versión de Don Quijote de la Compañía Nacional de Danza, apuesta por una recreación fastuosa en términos de ejecución al igual que resulta visualmente cautivadora, construyendo una producción destacada incluso dentro de otros montajes de la compañía. Indudablemente en próximo se abrirán nuevas fechas en las que se podrá gozar esta propuesta dancística, bien vale la pena hacer caso a la curiosidad y no perder la oportunidad de asegurar una butaca.


Por Carlos Alberto Ruiz
Imagen: Guillermo Galindo

miércoles, septiembre 03, 2008

De Leopardo al Sol e indiscreciones
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Hace algunos días mantenía cierta discusión con un grupo de personas en torno a la novela Leopardo al Sol, de la autoria de la colombiana Laura Restrepo. A grandes rasgos, esta novela comparte la historia de dos familias poderosas del narcotráfico que franquean una rivalidad perpetua. En su desarrollo, la historia confronta las debilidades emocionales de sus protagonistas, incorporando hábiles retratos que la autora se encarga de estructurar de manera total y sobresaliente.

Es así, que en los hombres y mujeres de la trama se reflejan varios de los clichés del temperamento: el valeroso, el conquistador, el vulnerable, el ostentoso; por el lado femenino, aparece la matriarca sabia y consejera, la mujer superficial, la candida; es decir, una basta diversidad de personalidades que durante la lectura inevitablemente desencadenan la tipificación y afición por uno en particular.

De este modo, al encaminarse la charla del grupo ruinado en torno a Leopardo al Sol, sin quererlo iniciamos un infantil juego en el que cada dada uno fue distinguiendo al personaje se su preferencia a modo de álter ego, al tiempo que elegía a un personaje del sexo opuesto por el que sintiera atracción.

En el intento de defender la ventajas de los protagonistas preferidos por cada uno, la conversación se transformó en una recia discusión digna de temas políticos, las voces subían de tono, más por entusiasmo que por agresión, lo cual produjo que alguien que se encontraba cercano a lo que ocurría se integrase a la charla. La suerte de este nuevo integrante era que él desconocía la novela y los individuos a quienes hacíamos referencia, no obstante, éste mantuvo tal interés, que en el transcurso, con base en las descripciones físicas y psicológicas fue acrecentando su curiosidad al grado de identificarse con un par de los implicados en el Leopardo.

A mí, el ejercicio me enloqueció demasiado. Habitualmente no funciono en charlas que involucran a más de cuatro, a menos que los que participan me sean muy próximos, sin embargo, las condiciones de esta ocasión me llevaron hacia esta práctica que me resulta tan inusual. Tal vez en mucho se deba a que el tema por el que deambulamos me atrae, pero más que eso creo que se debió a la intensidad de la dinámica, que por momentos despertó una euforia de corredores bursátiles.

Por ello, la anécdota me queda para la memoria. Intencionalmente me guardo el nombre de los involucrados, puesto que en alguna medida me siento como un delator por hacer público ese momento. Pese a ello, me permito otra indiscreción, todavía hoy, me sigue provocando una sonrisa el recordar al integrante “colado” decir respecto a un personaje de la novela: Pues ese Nando es el más cabrón.

Por Carlos Alberto Ruiz