miércoles, abril 15, 2009

El flautista de Hamelín


Dentro del círculo de la música clásica, el flautista mexicano Horacio Franco constituye una referencia no únicamente nacional, sino de carácter y presencia internacional. A través de su música, Franco ha sabido trastocar la conciencia de un público cada vez más amplio, al mismo tiempo que ha redefinido la trascendencia de su instrumento –la flauta de pico-. En un contexto ortodoxo y anquilosado, el músico ha sido capaz de integrar una propuesta total y cuestionadora por medio de una imagen poco usual en su ámbito, acompañada de la personalidad inquieta y altruista que tanto lo ha caracterizado.

Bajo tales referencias, no asombró el anuncio de que Horacio Franco incursionaría en el teatro, en una puesta en escena obvia, casi natural para su primera irrupción en ese terreno: El flautista de Hamelín. Así fue que, en una brevísima temporada de cinco funciones ocurridas entre el 9 y el 12 de abril, la Compañía Teatralnaya vistió el escenario del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, integrando a sus filas al genial y virtuoso flautista Horacio Franco.

Basada en una adaptación del trabajo de Josephine Preston Peabody, la presentación contó la historia de Hamelín, un poblado que vive atestado de ratas hasta el día en que un misterioso flautista ofrece acabar con tal plaga a cambio de mil monedas; cerrado el trato, el forastero cumple su parte, sin embargo, la trama cobra fuerza cuando los ciudadanos de Hamelín se niegan a darle paga, ofreciendo a continuación un lío que fue capaz de llevar al espectador a la introspección para identificar las debilidades propias y colectivas.

En este marco destaca la puntual dirección de escena de Mauricio Osorio, quien fue capaz de proyectar una gran sensibilidad al construir un cuadro tan humano de gran universalidad. Vale también subrayar la habilidad de Osorio para montar el juego perfecto, en el que el actor Víctor Kruper interpretó magistralmente al flautista, a la par que Horacio Franco daba vida al alma y talento del flautista creando una dinámica precisa en la que las interpretaciones musicales de Franco construían la par perfecta a las intenciones y destreza actoral de Kruper, regalando al espectador la posibilidad de presenciar un espectáculo tan completo concebido a partir de una gran calidad.

En consecuencia, el gran regalo que resultó ser El flautista de Hamelín, se expresa como un ejercicio ambicioso de interdisciplinariedad que se reconoce con éxito, como una gran oportunidad en el sentido musical para desmitificar la rigidez de lo clásico para permitirle un mayor público; también, representa una victoria para el teatro mexicano, al permitir distinguir a partir de esta propuesta las grandes intenciones y talento de las compañías nacionales, que en el caso de Teatralnaya, demostró de sobra contar con las competencias para adoptar un recinto tan importante y hermoso como lo es el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.



Texto por Carlos Alberto Ruiz
Imagen por Alejandro Barragán