De acuerdo a las estadísticas, la Ciudad de México está ubicada en el sitio 180 de 215 en lo que refiere a su posición en la condición de vida de sus habitantes, y los que permanecemos aquí sabemos muy bien por qué. A pesar de todo, el estado de estrés y desolación ciudadana quizás sea contrarestado con una fuerza y capacidad de excitación infinita.
Mentiría si dijera que el 16 de noviembre fue la primera vez que he visto tan entregado al público de la ciudad en un concierto. Por fortuna, lo he corroborado con anterioridad, pero esta ocasión, al menos para mi fue distinto, Morrissey estaría al frente haciendo no muchos esfuerzos para desquiciar y complacer a “su multitud”. Pese a la historia acústica del recinto –Palacio de los Deportes-, supuse que no se podría mejorar la calidad del sonio ofrecido en Guadalajara, pero de verdad, se logró.
Todo inició con un grito de ¡Pánico!, que hizo arrancar a saltos al público de pista que de inmediato empezó a cocinarse en una sopa de adrenalina y por supuesto, de emociones… Los cantos y gritos desgarradores poco a poco surtieron efecto entre los que ahí nos encontrábamos, y aclaro, esta vez no puedo hablar en singular, porque sé que mis sentimientos eran repetidos por aquellos que me rodeaban y eso los desprende de toda originalidad.
El set list, casi similar al anterior, con algunas modificaciones en el orden, eso sí, con una intensidad duplicada. Imágenes aún más palpables, el teléfono móvil registrando mensajes de afecto, algunos, cuestionando los ánimos del evento, entregando los saludos y envidias de aquéllos que desafortunadamente no pudieron asistir.
Moz instalado esta vez en su papel incansable de halagos, excitándonos a la menor provocación, resolviendo con gestos y movimientos de su boca el deseo de muchos. Lo sorprendente, verlo chasquearse al saberse dueño de todas esas almas, como quien ha finalizado la tarea con éxito, tras el inicio de los acordes de Please, Please, Please Let Me Get What I Want, donde una arrebato de nostalgia abordo a la multitud, tal como si un adulto desnudo y cansado encontrara de repente el juguete que más lo hacia feliz de niño, así fuimos muchos en ese instante. Sin embargo, dentro de tal multitud pude arrebatar un obsequio particular, me bastó escuchar apenas los inicios de ese riff para saber lo que salía de esos bafles: The National Front Disco, el momento más intenso de ambas fechas, en el que el cuerpo y la mente sólo me dieron para entregarme a esa armonía con toda la carga emocional que ello implicaba.
Con esto, no sólo concluyeron momentos que recordaré de por vida, también, significó el cierre de algunos ciclos, pero debo ser sincero, no puedo mentirles, mucho menos a mí; me quedo con el hueco de There Is A Light That Never Goes Out, pero sé que ese vació me mantendrá y buscará ser saciado en otra presentación…
Mentiría si dijera que el 16 de noviembre fue la primera vez que he visto tan entregado al público de la ciudad en un concierto. Por fortuna, lo he corroborado con anterioridad, pero esta ocasión, al menos para mi fue distinto, Morrissey estaría al frente haciendo no muchos esfuerzos para desquiciar y complacer a “su multitud”. Pese a la historia acústica del recinto –Palacio de los Deportes-, supuse que no se podría mejorar la calidad del sonio ofrecido en Guadalajara, pero de verdad, se logró.
Todo inició con un grito de ¡Pánico!, que hizo arrancar a saltos al público de pista que de inmediato empezó a cocinarse en una sopa de adrenalina y por supuesto, de emociones… Los cantos y gritos desgarradores poco a poco surtieron efecto entre los que ahí nos encontrábamos, y aclaro, esta vez no puedo hablar en singular, porque sé que mis sentimientos eran repetidos por aquellos que me rodeaban y eso los desprende de toda originalidad.
El set list, casi similar al anterior, con algunas modificaciones en el orden, eso sí, con una intensidad duplicada. Imágenes aún más palpables, el teléfono móvil registrando mensajes de afecto, algunos, cuestionando los ánimos del evento, entregando los saludos y envidias de aquéllos que desafortunadamente no pudieron asistir.
Moz instalado esta vez en su papel incansable de halagos, excitándonos a la menor provocación, resolviendo con gestos y movimientos de su boca el deseo de muchos. Lo sorprendente, verlo chasquearse al saberse dueño de todas esas almas, como quien ha finalizado la tarea con éxito, tras el inicio de los acordes de Please, Please, Please Let Me Get What I Want, donde una arrebato de nostalgia abordo a la multitud, tal como si un adulto desnudo y cansado encontrara de repente el juguete que más lo hacia feliz de niño, así fuimos muchos en ese instante. Sin embargo, dentro de tal multitud pude arrebatar un obsequio particular, me bastó escuchar apenas los inicios de ese riff para saber lo que salía de esos bafles: The National Front Disco, el momento más intenso de ambas fechas, en el que el cuerpo y la mente sólo me dieron para entregarme a esa armonía con toda la carga emocional que ello implicaba.
Con esto, no sólo concluyeron momentos que recordaré de por vida, también, significó el cierre de algunos ciclos, pero debo ser sincero, no puedo mentirles, mucho menos a mí; me quedo con el hueco de There Is A Light That Never Goes Out, pero sé que ese vació me mantendrá y buscará ser saciado en otra presentación…
.
Por Carlos Alberto Ruiz