De Leopardo al Sol e indiscreciones
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Hace algunos días mantenía cierta discusión con un grupo de personas en torno a la novela Leopardo al Sol, de la autoria de la colombiana Laura Restrepo. A grandes rasgos, esta novela comparte la historia de dos familias poderosas del narcotráfico que franquean una rivalidad perpetua. En su desarrollo, la historia confronta las debilidades emocionales de sus protagonistas, incorporando hábiles retratos que la autora se encarga de estructurar de manera total y sobresaliente.
Es así, que en los hombres y mujeres de la trama se reflejan varios de los clichés del temperamento: el valeroso, el conquistador, el vulnerable, el ostentoso; por el lado femenino, aparece la matriarca sabia y consejera, la mujer superficial, la candida; es decir, una basta diversidad de personalidades que durante la lectura inevitablemente desencadenan la tipificación y afición por uno en particular.
De este modo, al encaminarse la charla del grupo ruinado en torno a Leopardo al Sol, sin quererlo iniciamos un infantil juego en el que cada dada uno fue distinguiendo al personaje se su preferencia a modo de álter ego, al tiempo que elegía a un personaje del sexo opuesto por el que sintiera atracción.
En el intento de defender la ventajas de los protagonistas preferidos por cada uno, la conversación se transformó en una recia discusión digna de temas políticos, las voces subían de tono, más por entusiasmo que por agresión, lo cual produjo que alguien que se encontraba cercano a lo que ocurría se integrase a la charla. La suerte de este nuevo integrante era que él desconocía la novela y los individuos a quienes hacíamos referencia, no obstante, éste mantuvo tal interés, que en el transcurso, con base en las descripciones físicas y psicológicas fue acrecentando su curiosidad al grado de identificarse con un par de los implicados en el Leopardo.
A mí, el ejercicio me enloqueció demasiado. Habitualmente no funciono en charlas que involucran a más de cuatro, a menos que los que participan me sean muy próximos, sin embargo, las condiciones de esta ocasión me llevaron hacia esta práctica que me resulta tan inusual. Tal vez en mucho se deba a que el tema por el que deambulamos me atrae, pero más que eso creo que se debió a la intensidad de la dinámica, que por momentos despertó una euforia de corredores bursátiles.
Por ello, la anécdota me queda para la memoria. Intencionalmente me guardo el nombre de los involucrados, puesto que en alguna medida me siento como un delator por hacer público ese momento. Pese a ello, me permito otra indiscreción, todavía hoy, me sigue provocando una sonrisa el recordar al integrante “colado” decir respecto a un personaje de la novela: Pues ese Nando es el más cabrón.
Por Carlos Alberto Ruiz
Es así, que en los hombres y mujeres de la trama se reflejan varios de los clichés del temperamento: el valeroso, el conquistador, el vulnerable, el ostentoso; por el lado femenino, aparece la matriarca sabia y consejera, la mujer superficial, la candida; es decir, una basta diversidad de personalidades que durante la lectura inevitablemente desencadenan la tipificación y afición por uno en particular.
De este modo, al encaminarse la charla del grupo ruinado en torno a Leopardo al Sol, sin quererlo iniciamos un infantil juego en el que cada dada uno fue distinguiendo al personaje se su preferencia a modo de álter ego, al tiempo que elegía a un personaje del sexo opuesto por el que sintiera atracción.
En el intento de defender la ventajas de los protagonistas preferidos por cada uno, la conversación se transformó en una recia discusión digna de temas políticos, las voces subían de tono, más por entusiasmo que por agresión, lo cual produjo que alguien que se encontraba cercano a lo que ocurría se integrase a la charla. La suerte de este nuevo integrante era que él desconocía la novela y los individuos a quienes hacíamos referencia, no obstante, éste mantuvo tal interés, que en el transcurso, con base en las descripciones físicas y psicológicas fue acrecentando su curiosidad al grado de identificarse con un par de los implicados en el Leopardo.
A mí, el ejercicio me enloqueció demasiado. Habitualmente no funciono en charlas que involucran a más de cuatro, a menos que los que participan me sean muy próximos, sin embargo, las condiciones de esta ocasión me llevaron hacia esta práctica que me resulta tan inusual. Tal vez en mucho se deba a que el tema por el que deambulamos me atrae, pero más que eso creo que se debió a la intensidad de la dinámica, que por momentos despertó una euforia de corredores bursátiles.
Por ello, la anécdota me queda para la memoria. Intencionalmente me guardo el nombre de los involucrados, puesto que en alguna medida me siento como un delator por hacer público ese momento. Pese a ello, me permito otra indiscreción, todavía hoy, me sigue provocando una sonrisa el recordar al integrante “colado” decir respecto a un personaje de la novela: Pues ese Nando es el más cabrón.
Por Carlos Alberto Ruiz
1 comentario:
DEFINITIVAMENTE ESTOY DE ACUERDO CONTIGO NANDO ES EL MAS CAUTIVADOR, PERO CABE MENCIONAR Q LA DESCRIPCION DE LOS PERSONAJES TE LLEVAN A UN PUNTO INCREIVLE EN DONDE TE TRANSMITEN A UN RELATO FASCINANTE Y LLENO DE TEMPERAMENTOS SUBLIMES Y ESQUISITOS... YO HUBIERA HECHO LO MISMO Q EL COLADO. GRXS POR RECOMENDARMELO VA D RGRESO EL LIBRO AMIGUIS.T.K.
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